El mimetismo, el hablar por señas, alcanza valores universales. No se necesita decirlo en español, alemán, en francés ni en mandarín. Donde sea la dichosa seña significa lo mismo. Ella no se inmuta ante la avalancha de fuertes palabras que le lanza la rubia conductora en su momento de ira. Sencillamente le enseña el dedo y con eso se lo dice todo.