-OPINION-
Por Ramón Antonio –Negro- Veras
I.- MIS PRIMEROS ENCUENTROS CON LEONEL
Al comienzo del año 1991 del siglo pasado, en un viaje que hice desde Santiago a la ciudad capital, visité, como de costumbre, la oficina de abogados de mi entrañable amigo el doctor Abel Rodríguez del Orbe, ubicada, para esa época, en uno de los apartamentos del Edificio Díez, en la calle El Conde.
Luego de intercambiar saludos con Abelito, le pregunté, ¿quién es ese joven, es nuevo en tu oficina? Abel me respondió: “Es el doctor Leonel Fernández, brillante abogado, sumamente inteligente y disciplinado, está integrado a la oficina; te lo voy a presentar”. Acto seguido, Abelito llamó a Leonel, y le dijo: “Ven para que conozcas a Negro Veras”. Leonel se acercó a mi y me dijo: “Mucho gusto en conocerlo personalmente, porque ya he oído hablar mucho de usted, además leo sus escritos por la prensa”.
Después de ese encuentro con Leonel en la oficina de Abelito, en distintas oportunidades volvimos a encontrarnos en Santiago y en la capital, moviéndonos ambos en actividades relacionadas con el ejercicio de la profesión de abogado.