Con sinceridad debo confesarlo: hacía más de ocho años que no me sentaba a escuchar a un presidente dominicano hablar en el acto de presentación de memorias ante el Congreso Nacional el día 27 de febrero.
Al último de esos presidentes, Leonel Fernández, no lo escuchaba porque no creía ni creo en sus palabras, porque no me inspiraba ni me inspira confianza y credibilidad, porque lo consideraba y considero altamente artificial, inauténtico y simulador. En fin, porque sentía que perdía mi tiempo al saber que quien me hablaba pretendía engañarme con sus falaces argumentos.
Con el presidente Danilo Medina me sucede todo lo contrario: lo percibo más sincero, práctico, auténtico, bien intencionado y digno de mi respeto. Por eso este miércoles me senté a escuchar su esperado discurso, y ciertamente valió la pena escucharlo.
En términos de las expectativas del pueblo, su discurso , muy especialmente en lo que al leonino contrato del Estado Dominicano con la empresa Barrick Gold se refiere, debemos considerarlo no solo excelente, sino histórico, patriótico, valiente y oportuno .
Jamás presidente alguno había públicamente mostrado una actitud tan firme o corajuda de defensa de nuestro interés nacional o frente a una de las tantas empresas transnacionales que históricamente han pretendido apropiarse de nuestras riquezas naturales.