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El diablo “cajuelo”


LA PASIÓN QUE SIENTE POR EL CARNAVAL HACE QUE CADA AÑO, “VICTOR” SE CONVIERTA EN DIABLO 

Nadie supondría que el ferretero que le atendía detrás del mostrador se había convertido en diablo. No pasaba por la mente de ningún  inocente que a quien le compraba clavos, tornillos y pintura decididiría, de un día a otro, armarse de un rostro sobrenatural y de una armadura llena de cascabeles.

Pero el diablo de esta historia, es uno muy diferente a ese que se dice vive en el infierno. Este se burla y disfruta con la gente en cada carnaval de febrero: Francisco Jiménez, vegano, exferretero y negociante. Padre de dos hijos y abuelo de cinco nietos, se presenta ante todos como la muestra viva de los cojuelos (llamados “cajuelos”  por los campesinos).


¿Cuándo empieza a disfrazarse?
 
Desde los siete años vengo disfrazándome en grupos individuales, luego formamos un grupo llamado “Carnaval 47” en Villa Rosa. En el 1985 paso a formar parte de “Las Súper Máquinas”, que surgió con ese nombre en honor a unos luchadores del programa de Jack Veneno.

Hace más de 30 años que me visto de diablo cojuelo. Recuerdo que salía con los ‘Indios’, el ‘Mono’ y la ‘Roba la Gallina’. Participaba año tras año, siempre nos cambiábamos los uniformes en mi casa que se había convertido en una cueva de diablos.

¿Cómo era el carnaval de su época?
 
Mostrábamos a la gente que estaban en sus casas lo que era el carnaval. Se hacia en el Parque Duarte, luego en el de las Flores; después en la avenida los Flamboyanes y en la avenida Imbert. Había un señor llamado ‘Millo’ que hacía caretas para vender, todo era muy bonito y colorido,  llegué a gozar mucho cuando joven.

Los diablos nos costeábamos los trajes, nadie nos pagaba para disfrazarnos. El artesano Felipe Abreu nos hacia las caretas, él era padre de Elisa Abreu que nos hacía los trajes. Después de eso Cayoya y el Chino, me han hecho caretas y  ahora trabajo mis trajes con Colas.

¿Qué más recuerda del carnaval tradicional?
 
Nos disfrazábamos y salíamos a dar vejiga. Las mujeres se escondían  atrás de las camas, cuando aparecíamos se armaba un “juidero”, se sentía el miedo al diablo cojuelo. Ahora no se puede dar vejiga, el carnaval no cabe donde está, el domingo pasado me disfracé y no podía menearme de tanta gente que había.

¿En sus 30 años como diablo qué ha sido lo más emocionante?
 
Participar en el Desfile de carnaval en la Capital. Recuerdo que nos disfrazamos en el Obelisco, fue una experiencia fuerte, pero gozábamos mucho. También los viajes que hicimos con el grupo a lugares como Valverde Mao, Puerto Plata, Bonao y Cotuí. Cuando estaba más joven iba a todos los sitios. Y es que llevo el carnaval en la sangre,  ya cumplí sesenta años de edad y no pienso dejarlo. Me sigo disfrazando, solo me quito mi máscara el 27 de febrero a las cinco de la tarde.

Háblenos sobre su grupo “Las Súper Máquinas”:
 
Primero eran 16 y luego algunos años la cantidad  bajaba y subía. Este año salimos dos porque estamos reestructurando el grupo. La última vez que desfilamos  como ‘Súper Máquinas” fue en el 2005 cuando nos disfrazamos 10. Después de eso se han ido al exterior y yo me disfrazaba en la mañana y en la tarde.

¿Cuál carnaval prefiere: el tradicional o el moderno?
 
Prefiero el tradicional, mi disfraz está tradicional y es bonito.  Con ese traje te mueves para donde quieras, pareces un robot con el reguero de colchas. Me gusta sentir los cascabeles, mi traje tiene 900 este año, la gente me tomó fotos y leS llamó la atención.

¿Usted elabora sus vejigas?
 
Yo preparo mi vejiga, eso es lo que se llama vivir el carnaval. Las hago con cuero de vaca. Cuando empecé en el carnaval íbamos al Palacio de Justicia del parque Duarte y empezábamos a ‘dar vejiga’ y el sonido se oía fuerte y bonito, ahora se oye seco, lo que hacen es un coco.
 
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¡AHORA VAMOS A DAR VEJIGA!
 
De acuerdo a Cesar Arturo Abreu, en el texto “Interrogantes del carnaval vegano: tres versiones”, una de las características del carnaval vegano es el uso de la vejiga dura por los diablos cojuelos.

En las útimas décadas su confección y uso han desvirtuado el espíritu del juego de los vejigazos al confeccionar vejigas de una extrema dureza, al utilizarse en su hechura hasta doce cascararones de vejigas e introduciendo en algunos caos materiales y objetos extraños dentro de ellas para aumentar su dureza.

Abreu señala que el uso indiscriminado y muchas veces brutal producen en los espectadores lesiones corporales de importancia: “Ese uso y proceder de nada benefician al carnaval y aunque la Unión Carnavalesca Vegana (UCAVE) creó un comité compuesto por miembros de la Defensa Civil y la Cruz Roja, que se encarga de revisar las vejigas, esto no parece ser suficiente. En el carnaval 2010 se invirtió la suma de 190,000 en ese renglón.”. Listíndiario.com.do

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