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La otra cara del cineasta Alfonso Rodríguez


Por Johnny Arrendel

Como cineasta, Alfonso Rodríguez merece respeto.

Amén de la formación y trayectoria internacional que le acreditan, ostenta unos hitos en la joven cinematografía local.

No es preciso ser cinéfilo para reconocer en “Yunior2” uno de los mejores productos para la pantalla grande que se han realizado en el país.

No solo plantea un guión coherente, con una historia explotada desde un punto de vista positivo, sino que Rodríguez extrajo buenas actuaciones del elenco.


Es resaltable el veterano Cuquín Victoria, pero también, el entonces bisoño Chalím Ortiz y la sorprendente Milly Quezada.

Una producción netamente de evasión, como “Un macho de mujer”, fue sacada adelante con la dinámica dirección de Rodríguez.

Trabajó con algunas figuras sin formación en la actuación y limitadas condiciones histriónicas, y al menos el ritmo de la película fue ágil.

Posteriormente, Robertico Salcedo inventó con un realizador de comerciales, Archie López, sobre un guión de su autoria, y parieron “Mi novia está de madre”, verdadero desastre.

Ni me molesté en visualizar “Megadiva”, otra creación de Salcedo y López, que marcó una tendencia decreciente en el interés del público por las producciones nativas, y se reflejó en la taquilla.

Posteriores intervenciones de Rodríguez, tanto desde la butaca de director, como en el rol de actor, refuerzan su perfil de trabajador importante dentro del séptimo arte en el ámbito nacional.

Por eso no asimilo que este exponente del mejor cine dominicano, sea al mismo tiempo la cara de uno de los peores programas de televisión, “Archivos de la Fiscalía”.

Debería precisar si su productora pretende utilizar este espacio en función de velada estudiantil, laboratorio para formar talentos de la actuación y la escritura de guiones y libretos.

Por ejemplo, una de las representaciones de carácter dramático, devino más bien en un skechts que provoca risas.

En el momento culminante, un ejecutivo despedido de su trabajo, con su matrimonio acabado por la provocación de una secretaria que termina en brazos de otro, hala un arma y dispara, pero la recreación es penosa.

Está lo del formato de los relatos, tedioso porque siempre es lo mismo: el supuesto inspirador entrevistado para un programa de interés humano, como medio de sustituir al narrador.

Lo ideal seria que la dramatización prescindiera de muletillas, y para contar se bastara por si misma, mediante diálogos, movimientos y otros recursos escénicos y televisivos.

Para colmo, Rodríguez alterna unas intervenciones donde no repara en expresar groserías, imprecaciones, o blasfemias, como esa de que golpearía con una cruz en la cabeza al Redentor del Mundo si regresare a la Tierra.

*Tomado de: www.merengala.blogspot.com/Joseph Cáceres

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