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Las sandalias del dictador

POR ANDRÉS L. MATEO

(Con motivo del documento publicado por numerosos intelectuales y personalidades, se ha armado una gran discusión sobre la “dictadura constitucional”. Algunos de los alegatos más socorridos contra quienes firmamos el documento se originan en el señalamiento de que la idea de la “dictadura constitucional” obedece a la coyuntura electoral. Al menos en mi caso, quiero demostrar que mis señalamientos sobre el rumbo dictatorial del país van más allá de la coyuntura electoral, volviendo a publicar mi artículo “Las sandalias del dictador”, que salió el 19 de marzo del 2008, en el entonces semanario Clave. Ese tufo dictatorial se puede sentir en la atmósfera social sin mucho esfuerzo, observando toda la trama tejida alrededor de los poderes públicos, mirando el despliegue inimaginable de la corrupción y la impunidad, sintiendo el uso abusivo de los recursos públicos, y estudiando los nuevos fenómenos de la constitución de un grupo económico poderoso directamente vinculado al partido de gobierno, emanado de la corrupción estatal. Gane quien gane las elecciones, el espacio de lucha que se abrirá en la República Dominicana será contra ese poder constituido que tiene en sus manos todas las retículas de decisión institucional, y una poderosa base financiera que lo obliga a mantenerse a toda costa en el poder. )

Oír hablar a un líder iluminado no reproduce la profundidad y la singularidad de una experiencia. Siempre he temido a esa oratoria coercitiva, que no es ni absurda ni misteriosa; que todo lo ve claro y grandioso, casi familiar, contenido en la mano prodigiosa de un creador. Después de más de ciento sesenta años de vida republicana, y ciento cincuenta de autoritarismo, es bueno saber cuándo alguien aspira a calzarse las sandalias del dictador. Cuándo, subrepticiamente, se comienza a establecer una relación de vasallaje.

Si el líder iluminado no tiene límites, y la disonancia entre el discurso y la conducta nos clava su ego indomable, hay ya un aliento que anula cualquier vestigio de autonomía emocional. El iluminado finge oír al otro, esculpe su mismo rostro de nieve y soledad, plasma su cara de tótem en los afiches, pero en realidad vive un momento efusivo de la historia en el que el objeto de la representación es él mismo. El entreacto de esta ilusión subleva, pero nadie lo admite. Mientras tanto el iluminado se prueba las sandalias.

¿Quién ha podido, en la historia dominicana, sustraerse de ese efluvio divino de la ambición de poder? Apenas dos o tres nombres ilustres. Los demás, como Leonel Fernández ahora, se han apegado con pasión al goce ilimitado de decidir el destino de muchos otros.

¡Todo ha cambiado, pero todo sigue igual! ¿No es la misma fiera pasión de poder la que hoy miramos reproducirse sin sonrojos? ¿No fue bajo el sombrero gacho de esa mansedumbre que Balaguer arrasó con el más leve vestigio de institucionalidad? ¿Cuáles eran los límites, los escrúpulos ante los cuales se detenía la ambición de Joaquín Balaguer, y ahora de Leonel Fernández? ¿No era el telón de fondo de la ambición de poder, el origen de la gran corrupción balaguerista, y el de la actual corrupción desenfrenada? ¿No es el mismo ser demiúrgico, que manda los camiones del Plan Social antes de llegar al poblado miserioso, que compra conciencia y paga tránsfugas con el dinero de los contribuyentes, que se cree tocado por los dioses cuando los lambones lo proclaman “único”, “insustituible”?

El iluminado se prueba las sandalias. Son tantos los signos de que es así, como tanta es la indiferencia social. El poder es ahora una desmesura. Todo lo puede comprar, todo lo puede corromper. Hay una propaganda tan poderosa, tan costosamente diseñada con el dinero de todos, únicamente destinada a construir un pregón de la especial naturaleza divina del iluminado. Y esto va más allá de las elecciones.

Lo he escrito muchas veces: como Balaguer, la opción de goce de Leonel Fernández es el poder, que no respeta nada, que no le importa ningún marco institucional, y que sólo se sueña a sí mismo prendido a la dicha de mandar a los otros.

Son tantos los agobios del autoritarismo en la historia dominicana, que las sandalias del dictador están nerviosas. ¡Qué Dios nos libre que alguien intente calzarla!


*Tomado de acento.com.do

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