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Las gotas




-RELATO-


Aún era bien pequeño cuando descubrió que el amor, tras brotar insolente, se recicla, se aprisiona y disminuye, hasta transmutarse en una minúscula gota, la más acrisolada esencia de sí mismo. Se hizo adulto. Y temprano el amor lo chocó de frente y le escarbó todos los vericuetos del alma, sus miedos, y se los estrujó con violencia en cada palmo de piel, hasta finalmente arrojárselos, de un tirón, en ese sitio que Freud se dió en llamar subconsciente. Entonces, se sintió niño de nuevo, ínfimo. Pero antes de reducirse, como ya lo había comprendido todo desde un principio, compartió el secreto con su amada. Estaban juntos todavía cuando la noche los arropó y cayeron sobre la hierba del patio, convertidos en gotas de rocío. El despunte del día los encontró protegidos del sol por la acogedora sombra de un centenario árbol de samán. Cuando el mediodía asomó, el sol se precipitó en cascada sobre ellos con toda la fuerza de su hora vertical. Y partieron, luz en la luz, hacia el espacio en que no existen límites, convertidos en un instante sin principio ni fin. *Inédito/Johan Rosario.

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