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Un Sabio Consejo a Johan Rosario y a Nicolás Santos


El perdón redime, salva, liberta, libera, recupera, rescata, exime y regenera
        *POR MANUEL AURELIO ROSARIO
        (Tomado de www.mitamborildigital.com)
El impasse entre Johan Rosario y Nicolás Santos cada vez se hace más lacerante. Parece un callejón sin salidas, un punto muerto sin remedio, un atolladero sin desembocadura, una crisis sin arreglos, un problema sin recursos paliativos, un atascamiento sin fugas, un estancamiento sin escape. Con tantos efugios baratos uno piensa que todo está perdido. Pero no es así.
Son las 4: 57 de la mañana del miércoles y no puedo conciliar el sueño debido a que me obliga el corazón a expresarme para liberar del desasosiego a muchas almas y a muchos corazones tamborileños que han sido vapuleados por la situación que hoy viven estos dos personajes muy queridos de Tamboril.
Johan Rosario ante que nada es mi primo. Un ser humano excepcional que desde que tenía una edad muy temprana se perfilaba un coloso de las letras. En poco tiempo la pléyade de la diáspora neoyorquina reconoce su talento. El que le ha granjeado un respeto inmenso en su pueblo. Su arquetipo es atípico en nuestra sociedad. Por lo tanto lo admiro, lo valoro, lo respeto y siempre le he deseado lo mejor. Pero en la misma proporción que Johan y Nicolás hoy tienen desavenencias, yo las he tenido con mi apreciado primo Johan. En pocas ocasiones a lo mejor yo le he ofendido y también él lo ha hecho conmigo. Y después de todo seguimos siendo grandes amigos. Y sabiamente nos hemos perdonado porque el perdón redime.
Nicolás Santos delante que todo es mi cuñado. Un imponente comunicador social que bajo sacrificio y esfuerzos ha calado peldaños importantes en el ramo periodístico especialmente con su órgano informativo El Tamborileño. El que ha logrado su historial a lo grande en el seno del pueblo. A temprana edad Nicolás pierde a sus padres. Por circunstancias del destino él se casa con mi hermana Carmencita. Debido a ello mis padres Carmen y Daniel prácticamente lo adoptaron como otro más de sus hijos. Nicolás siempre ha sido una persona inquieta, buscador incansable del éxito, pero debo reconocer que ha cometido unos más que otros errores. Los que dejaré a su sana discreción. Razones por las que he tenido serias diferencias con él. Más pienso que antes de yo querer menoscabarlo, y al igual que toda mi familia que siempre se lo ha ofrecido todo a cambio de nada, me inclino por favorecerlo una vez más esperanzado en la metamorfosis positiva que siempre he esperado de él. En pos de su crecimiento como persona, de su avance en su profesión, de la tranquilidad de su esposa y del sosiego de sus propios hijos. Porque creo que el perdón redime.
No tenía en proyección ni siquiera decir esta boca es mía por estos medios cibernéticos en relación a esta pesadilla entre Johan y Nicolás. Empero se hace necesario que expresemos con el corazón en nuestras manos nuestro sano juicio porque entiendo que lo que le pase a un tamborileño indulgente, debe dolerle a otro tamborileño condescendiente que como decía mi apreciado profesor de literatura Arismendis Estévez, modestia parte, refiriéndose a su ganada y sobrada abnegación, siento serlo.
En éste sentido noble enmarcado por un compasivo apaciguamiento debo referirme a otros de mis reputados profesores de literatura, el siempre distinguido Domingo Caba Ramos, el que en pocas palabras dice que aspira la normalidad entre dos de sus amigos llamados Johan y Nicolás. Y como de costumbre Caba busca la reconciliación entre amigos, en este caso entre ellos, exhorta clemencia a partida doble.
Este bienquisto pedagogo, respetado por todos los tamborileños siempre escribe lo correcto. Y cuando una autoridad intelectual de su prototipo escribe hay que leerlo con detenimiento porque lleva en sus letras sabias el reflejo contundente de la luz y de la verdad que aspiramos todos en medio de estas circunstancias tan difíciles como las que hoy vivimos con Johan y Nicolás.
Es bueno que se sepa para los que llevan notas importantes de los hijos de su pueblo que han ganado cierta nombraría por sus distintos talentos, que mi persona ha sido apesadumbrada por muchos seres queridos.
En una ocasión tuve diferencias con mi otro querido primo y compadre Carlos José Rosario, otra de las grandes luminarias que ha parido mi pueblo. Y los dos inteligentemente hemos hecho las paces porque el perdón redime. Hoy por hoy nuestra amistad es más robusta que nunca.
En otro momento de mi vida me sentí ofendido por el destacado periodista Juan Bonilla. En aquella ocasión el propio Nicolás me llevó a la oficina del rotativo donde laboraba Bonilla para que este me apoyara con uno de sus siempre interesantes escritos sobre uno de mis libros. Bonilla me mando tomar una foto y ahí quedo todo. Creo que éste excelente profesional de la comunicación, el cual yo admiro por tu talento y capacidad intelectual, debió apoyarme porque un buen tamborileño debe ayudar a otro de su origen. Pero como el perdón redime yo lo perdoné ya que él lo que estaba haciéndome era un favor desinteresado y ese favor debía salir desde lo más hondo de su corazón. Y como no sucedió así como yo esperaba ilusionado en el Bonilla de entonces pues no me quedó más alternativa que no hacerle absolutamente ningún reclamo y aplicarle la varita mágica del perdón que redime.
Otro de los grandes de mi pueblo Dagoberto López Coño acabó conmigo aduciendo epítetos desdeñosos y peyorativos contra mi persona. Un talentoso ejemplo tamborileño que me llenó de pundonor y que yo orgullosamente distribuía su libro Poemas de Isla. Me decepcionó con sus comentarios asoladores. Pero como el perdón redime yo lo perdoné. Y después de ese inconveniente llegamos a ser dos buenos amigos por nuestros nexos culturales, gracias precisamente a mi primo Johan y al destacado escritor Anastacio Jiménez.
Existe un sinnúmero de ofensas fuertes e infundadas contra mi persona, aunque por razones de ética y principios periodísticos debo omitir. Sin embargo debo decir que hasta uno de mis propios críos ha magullado mi integridad como hombre de bien en el mundo. El escarnio fue grande. La injuria fue aberrante. El insulto fue nocivo. El menosprecio fue devastador. El oprobio fue demoledor. El ultraje fue intolerable. El vituperio fue implacable. La burla fue grande. Pero como el perdón redime yo perdoné de nuevo en esa ocasión a quien por su inmadurez al no reconocer el valor real que tiene un padre que lo que ha hecho es amar a sus condescendientes contra viento y marea, me vi compelido aislarme por un largo tiempo de uno de ellos. Y a pesar de la insistencia de unos de los agentes federales envueltos en la delicada situación para que yo arremetiera contra unas de mis criaturas, de mi propia sangre, para que formalmente la acusara por difamación, injuria, calumnia y testificar mentiras ante las autoridades competentes, tuve el valor de expresar que yo no lo haría debido a que por su precocidad de juicio ella lo hacía contra mí, pero que yo sí sabía lo que estaba haciendo porque yo era un adulto, era su padre que la amaba y prefería morirme antes que hacerle daño a uno de mis vástagos. Puedo asegurar que debido a su ignorancia de niña inocente no podía comprender el sentido verdadero de lo que es un padre amoroso que la amaba de corazón abierto del mismo modo que me han amado los míos; y dada la horrorosa circunstancia en la que su madre se había envenenado frente a ella, la perdoné porque el perdón redime.
Es cierto el perdón redime. Es por ello que yo exhorto a todo tamborilño de buen corazón que media ante el grave impasse entre Johan Rosario y Nicolás Santos. Porque si no paran sus comportamientos prejuiciados puede ocurrir una tragedia sin precedentes. Para evitarla, a ambos debo darle una señal analógica en el párrafo siguiente para que comparen en dimensiones colosales de dos ángulos aunque cóncavo, convexo y disímiles, asociables por sus conductas perniciosos.
Estados Unidos hoy sufre la peor crisis de su historia, la que quizá no se compara ni con la Gran Depresión de los años 30, porque los Republicanos y los Demócratas se han embarcado en una polémica estéril, como la de nuestros estimados Johan y Nicolás, que ha afligido con creces catastrófica la gigantesca pero debilitada economía americana. Johan y Nicolás deben aprender de que por más grande, poderoso, e inquebrantable que uno se sienta, si uno no es tolerante, transigente, permisivo, humilde y desprendido en aras de armonizar la voz del pueblo que exige avenencia, puede irse de bruces contra sus propias terquedades como se fue EE UU por la tozudez de sus líderes testarudos.
Creo de corazón que si Johan y Nicolás usan sus sextos sentidos cerraran con altura este capítulo negro del libro de sus vidas ya que mantenerlo abierto y seguir tirándole tinta indeleble odiosa y envenenada a las páginas que dibujan sus propias existencias humanas sería un desatino de los dos. O a lo mejor de los que detrás del fogón político y sentimental atizan la leña para colar el café que empalaga sus sentidos ególatras.
¿Acaso lo que quieren Johan y Nicolás es destruirse, enterrarse vivos, hacerse añicos y dañar a muchas de las personas que los aman? Creo que no.
Creo que ni el uno ni el otro se merece eso. Creo que ni sus amigos ni sus familiares se merecen eso. Creo que Tamboril no se merece eso. Creo que los tamborileños lo que queremos es una reconciliación sabio entre los dos. Y como el perdón redime, entiendo atinente que se piense seriamente en el perdón mutuo.
Pondero que nos miramos mucho mejor si perdonamos aquellos que creemos que son nuestros verdugos, si a la postre la gente noble, buena, justa, juiciosa y sincera valora más nuestro desprendimiento altruista que nuestro egocentrismo rimbombante y altanero. Es preferible ser mártir que ser sayón.
Esta problemática no únicamente concierne a Johan y a Nicolás. Ella se ha hecho parte de todos. Y hasta de sus propios enemigos que pudieran estar maquinando cómo aprovechar la corriente adversa que los azota como huracán devastador para hacerles más daño del que ya ellos mismos se han hecho.
Johan y Nicolás sepan ustedes que es más provechoso salir del hoyo profundo que ustedes mismos han cavado con sus propias manos quizá de una forma inapropiada, que seguir cavando más hondo en su fondo desazonado. Si somos hábiles aprenderemos de la lección parabólica del hoyo que apunta hacia el amor al salir del mismo y hacia el odio al continuar cavándolo, porque el perdón libera el alma de los pesares que la acosan y la enlodan.
Los dejo con una reflexión final, sobre el pecador que después de muerto en el cielo fue perdonado por Dios, extraída de mi más reciente novela titulada El Predestinado, página 350:

Polo Guanabao llora en su severo estado de atrición.
― ¿Por qué me has perdonado Santísimo Padre si he sido tan malo con la gente?
― Pregunta Polo Guanabao.
― Porque Mi Secreto de Felicidad está en el perdón. Mi Perfección sin él no fuese Perfecta. Por eso le envié a la Tierra a Mi Hijo Unigénito Jesucristo para
que salvara a toda criatura de la especie humana con la Gracia de Mi Perdón. Seleccioné a tu hermano Tito Guanabao El Predestinado de Jardín Encantado, Guanabao y Pueblo Naciente, para que liberase a sus habitantes del pecado y de la violencia desmesurada. Al que lo rescaté de entre las aguas truculentas del Río de la Muerte para que librase de su mal, a los pueblos contiguos a Jardín Encantado con la Fogata Infinita del Bien. Desde dónde le envié a Júpiter para que lo asistiera junto a Sam, en su difícil tarea de liberar al hombre de pecado como tú. ¡Alégrate hijo mío, más no olvides que la llave de la felicidad humana después de este paso tan importante es mostrar el arrepentimiento sincero de tu corazón, y la clave que alegra los misterios de mi Perfección Eterna está en el perdón que nace del corazón sincero con su remordimiento! ¡Ve al mundo y no peques más!
― Dijo el Creador.
Polo Guanabao fue absuelto por el Dador de las Cosas Divinas y aunque no pudo desprenderse de su Cargo Eterno de Conciencia, se secó las lágrimas de sus ojos llorosos con el dorso de su mano derecha bendecida, luego salió corriendo del lugar completamente renovado.
 Así yo espero que con este sabio consejo a Johan Rosario y a Nicolás Santos el perdón los redima a los dos. 

(*Manuel Aurelio Rosario es autor de  por lo menos 10 obras literarias, muchas de las cuales están siendo traducidas al inglés.Se graduó Summa Cum Laude en 2009 en la carrera de Comunicación Social en una  prestigiosa Universidad de Pensylvannia, Estados Unidos. Ha concebido varios guiones cinematográficos que próximamente verán la luz dentro de la pantalla grande).

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