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Limosneros



(Brillante editorial de El Nacional sobre el paupérrimo salario percibido por los  policías dominicanos).

Dan ganas de llorar la revelación de que el 90 por ciento de los más de 31 mil miembros de la Policía Nacional devenga salarios inferiores a los 13 mil pesos, incluidos unos doce mil cabos y rasos que perciben menos de seis mil pesos mensuales, por lo que puede decirse que un cuerpo de cuasi indigentes está a cargo de un asunto tan serio como la custodia de la seguridad pública.

De los 31 mil 513 efectivos de la Policía más de 29 mil devengan salarios por debajo de los 13 mil pesos, cuando la canasta familiar básica tiene un valor superior a los 20 mil pesos mensuales, lo que supone que esos uniformados son magos para poder vivir junto a los suyos con ingresos tan magros.

La oficialidad de esa institución también percibe salarios irrisorios; su propio jefe gana algo más de 67 mil pesos, los generales perciben salario inferior a 40 mil pesos, los coroneles a los 20 mil y ni que hablar de un primer teniente, cuyo salario es de algo más de diez mil pesos.

Un raso policial gana tres mil pesos menos que un vigilante privado y puede decirse que ni un limosnero percibe ingresos tan exiguos, sobre todo para una persona que tiene el don jurídico de la fe pública y un arma de fuego al cinto.

La estructura salarial de la Policía Nacional constituye un motivo de vergüenza para una ciudadanía que sufre la agonía de una creciente delincuencia y criminalidad en un ambiente de degradación donde muchas veces delincuentes persiguen a delincuentes.

Mientras funcionarios del Estado disfrutan paquetes salariales por centenares de miles de pesos, lo que gana un policía no alcanza ni para caerse muerto, menos para solventar comida, vivienda, transporte, salud, educación y algo de diversión para su familia.

La seguridad y el sosiego de los ciudadanos tiene un costo que Gobierno y sociedad están compelidos a cubrir, como debe ser un salario digno para todos los miembros de la Policía y el financiamiento de su equipamiento y entrenamiento, porque el escenario actual sólo conduce a una institución haraposa, donde sus miembros salen a las calles a procurar lo suyo, antes que defender lo ajeno.

Que no se hable más y se procure en cualquier parte los recursos necesarios para incrementar los salarios de todos los miembros de la Policía Nacional y que se conjure, de una vez y por todas, la vergüenza que significa saber que en República Dominicana un agente policial gana menos que un limosnero.

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