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Después de ser secuestrada: niña de 10 años es liberada, aunque no es el final de la historia


Era la noticia que toda Colombia estaba esperando y cuando llegó lo hizo vía Twitter.


La liberación de Nohora Valentina Muñoz, la niña de 10 años secuestrada el pasado 29 de septiembre por dos encapuchados, fue anunciada poco después de las seis de la tarde del lunes por el presidente Juan Manuel Santos a través de un breve "trino" en el que también agradecía la mediación del Comité Internacional de la Cruz Roja.

El país, sin embargo, sólo respiró verdaderamente aliviado algunas horas más tarde, cuando a través de las pantallas de televisión pudo ver como Nohora regresaba a casa en brazos de su padre.


Y la leve sonrisa con la que la pequeña reaccionó a las cámaras y a la multitud jubilosa que la esperaba en Fortul -la pequeña localidad del departamento de Arauca de la que su padre es alcalde- resultó más tranquilizadora que cualquiera de los comunicados informando sobre su buen estado.

Para muchos, esa imagen certificaba un final feliz de la saga que había tenido en vilo a Colombia durante las últimas tres semanas.


Pero Nohora Valentina y su familia todavía tienen momentos difíciles por delante.

"Lo que hemos aprendido en (la fundación) País Libre en veinte años de trabajo con víctimas (de secuestros) es que todo depende de la naturaleza de la persona, de su personalidad, y de 
los recursos que tengan tanto la familia como el individuo para enfrentar una situación como un secuestro", le dijo a BBC Mundo Olga Lucía Muñoz, directora de la fundación que trabaja en la prevención y lucha contra el secuestro en Colombia.

Atención psicológica

Según la directora de País Libre, durante los primeros meses después de la liberación por lo general se mezclan la felicidad de haber regresado a casa con reacciones típicas al estrés y la ansiedad naturales después de semejante experiencia.

"Pero es realmente después del cuarto mes cuando tanto la familia como el niño empiezan a entender realmente lo que sucedió. En un primer momento está la alegría del regreso, está el tema de los medios (de comunicación), están los viajes, está la importancia.. Pero al quinto mes ya no hay medios (de comunicación), vuelve uno a su rutina y ahí es donde uno empieza a enfrentar realmente los cambios que da un secuestro", dijo Muñoz.


"Ahí es cuando las familias empiezan a tomar decisiones, cuando las familias tienden, por ejemplo, a salir del país, a cambiarse de ciudad, a implementar medidas de seguridad. Y ahí es cuando realmente se vuelve complejo muchas veces poder asimilar un evento como este", explicó la experta.


Según Muñoz, además del temor a la posibilidad de un nuevo secuestro, los secuestrados también pueden quedar con heridas frente al entorno social.


La impunidad, por ejemplo, muchas veces genera rencor y rabia que hay que poder canalizar.

Y es por eso que el acompañamiento psicológico de los sobrevivientes del secuestros y sus familiares resulta clave.


"Es superimportante que haya un tratamiento a largo plazo", insistió la experta.

"Cómo nos cambia la vida"

Un buen ejemplo de las dificultades de la reintegración de las víctimas de secuestros es el del soldado William Giovanni Domínguez, capturado por las FARC en enero de 2007 y liberado dos años después.

Domínguez capturó la imaginación de todos los colombianos y llegó convertirse en un símbolo para las otras víctimas del secuestro gracias a su canción "Cómo nos cambia la vida", la que interpretó para el entonces presidente Álvaro Uribe al momento de su liberación.


Pero poco se volvió a saber de él hasta que, en abril de este año, se informó de su internamiento en un hospital de Bogotá para recibir tratamiento psiquiátrico.


Y luego, a inicios de septiembre, la noticia de su asesinato en una calle de Bogotá generó todo un debate acerca del tratamiento dispensado por la sociedad colombiana a los soldados liberados después de años en poder de la guerrilla, en el que varios exsecuestrados se quejaron de no haber recibido suficiente apoyo por parte del ejército o del estado.


Esta asistencia, sin embargo, está garantizada en principo por la legislación colombiana.


En el caso de menores como Nohora, por ejemplo, la asistencia psicológica básica corre por cuenta del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF.


La ley también establece que todas las víctimas del secuestro, así como sus familiares, tienen derecho a una asistencia psicológica y psiquiátrica coordinada por el Consejo Nacional de Lucha contra el Secuestro, CONASE.


Y organizaciones como País Libre también ofrecen asistencia y apoyo gratuito.

Los retos de Colombia frente al flagelo del secuestro, sin embargo, siguen siendo muchos.


Y, como recuerda Olga Lucía Muñoz, en el país todavía hay cientos de secuestrados de los que no se sabe nada.

"No debemos olvidarlos aunque nadie habla de ellos", dijo.

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