skip to main |
skip to sidebar
No hay que matar al mensajero...
En la actualidad se considera, con mucho sentido común, que aquel que da a conocer las novedades no es, necesariamente, el culpable de su contenido. De allí surge tal frase, pero se trata de una expresión que ha mutado con el correr de los años. En la antigüedad era más breve: “Matar al mensajero”, y vaya si se correspondía con la realidad, pues los que portaban malas noticias para las autoridades, directamente, perdían la vida. Ya en la Edad Media, la costumbre se morigeró, pues sólo se los torturaba. Uno imagina que, por entonces, nadie tenía vocación de cartero, motivo por el cual se deduce que se enviaban las malas nuevas con esclavos, personas detestadas o sentenciadas, siempre corriendo el riesgo que el emisario se extraviara en el camino, fundadamente espantado de finalizar su temeraria labor.