Por Joseph Cáceres
Aquí viene un obrero italiano de vacaciones, en uno de los paquetes de turistas de los hoteles "todo incluído", y al observar las oportunides que existen, cuando se va de regreso a Italia, renuncia del trabajo, vende todo, y retorna para instalarse en el país.
Sin haber pasado nunca por una cocina, monta un restaurante "italiano", donde el es el "maestre" o el "chef", que lo único que hace es pasársela de mesa en mesa, con un delantal negro, de rayas, hasta los tobillos, procurando la aprobación de los comensales.
Y ponemos de ejemplo al italiano, pero los hay de todas las nacionalidades en los principales polos turísticos, con hostales, discotecas, bares, restaurantes, posadas, hoteles.
Se dirá que es natural que eso ocurra, pero con lo que no estamos de acuerdo, es con la falsa creencia, y el engaño de que porque usted sea francés, ya puede montar un restaurante donde se ofrece el mejor "foie gras".
Son muchos los negocios de extranjeros que no poseen las bondades que promueven. Sin embargo el dominicano, signado por un designio que viene desde la época de la colonia, se deja sorprender facilmente con los mismos espejitos con que los españoles colonizadores engañaban a los aborígenes.
Es un lastre del cual al parecer nunca podremos librarnos.
Todo el que viene aquí, incluyendo grandes empresas multinacionales, de minería, energía, eléctricas, etc. nos ven siempre la cara de pendejos, como si esa fuera la foto que todos tenemos en nuestra cédula de identidad.
