Todos los días 16 de octubre se celebra el Día de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, familiarmente conocida por sus siglas en ingles: FAO. Ésta, desde 1979, declaró ese día, además, como Día Mundial de la Alimentación, como un aporte a que contribuyera a generar conciencia y solidaridad a nivel planetario. Efectivamente, desde hace 30 años alrededor de la fecha se emiten informes, se hacen declaraciones y se habla y publica mucho pero inmediatamente después son pocos los que se siguen ocupando y preocupando sobre el tema. Mientras tanto, son millones los que mueren - de un año al otro - por causa de la desnutrición que provoca el hambre. Son más de 3 mil millones de desnutridos en el mundo, 2/3 de ellos en Asia. En África, al Sur del Sahara, se acoge 23 % de desnutridos. La gran algarabía en los días recientes es el hecho, sin duda espeluznante, de que por primera vez, anunció la FAO, en el mundo han rebasado los mil millones - se dice que 1020 millones - los que padecen hambre. El problema tiene alcance universal: 642 millones en Asia - Pacífico; 265 millones en África Subsahariana; 53 en América Latina y el Caribe; 42 en el Cercano Oriente y el Norte de África e, increíble, 15 millones en el mundo desarrollado. Si este último aspecto no alcanzase para exponer el aspecto más social que económico del problema veamos que si en Latinoamérica algo más del 10 % de sus habitantes pasa hambre - 53 millones hoy día - esta es la región del mundo más exportadora de alimentos. La inequitativa distribución de la riqueza es el factor crítico. En nuestra área, además, son 72 millones, 14 % de la población continental, que viven en pobreza extrema, de acuerdo con el PMA, la FAO y la CEPAL. El problema tiende a agravarse. Aquella ilusión de lograr, entre los llamados Objetivos del Milenio, una reducción del 50% del hambre para el 2015 no pasa hoy de ser una mera referencia estadística llena de frustración y angustia.
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