Cerca de mi casa quitaron una cabina telefónica. Por ahí pasaba yo todos los días constatando su soledad. Alguna que otra vez vi a alguien usarla, gritando en su interior o descargando sobre el indefenso aparato un momento de mal humor o expresando las más sublimes expresiones amorosas. Pero mi cabina no es la única que está desapareciendo. En todo Londres, en todo el Reino Unido y en otros países como Estados Unidos y España, los cuatro muros de privacidad telefónica están en peligro de extinción.
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