Por Colombo
Realmente debo confesar que aquel joven abogado que conocí en lo más remoto de mis años setenta de sindicalismo periodístico, sueños radicales, versos y contraversos y dulces utopías (siempre parsimonioso y sonriente en la conquista de voluntades ajenas, comedido en la presencia, preciso y directo en la palabra, conciso y dialéctico en la idea) ha llegado lo suficientemente lejos como para que cualquiera piense que ha superado a Balaguer en sus más notables defectos, cualidades y mañas: sofista, pragmático y ambicioso de poder, yo diría que más que aquél. Me refiero, por supuesto, a Leonel Fernández Reyna, que navega en el Poder, viento en popa, casi a toda vela, y aparentemente hacia un horizonte sin grandes tormentas, porque domina a su antojo un sistema que él mismo ha remodelado exactamente a su medida.
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