Triunfo del PLD no cambiará nada pues PLD y PRD son la misma cosa. Las ideas políticas y los valores morales que debían predominar frente al pueblo han desaparecido. Tanto Leonel Fernández como Hipólito Mejía y Miguel Vargas son ejecutivos corporativos que mantienen agrupados a subalternos en lo que han dado en llamar partidos políticos.
POR HAMLET HERMANN
Nadie debía alarmarse porque el Partido de la Liberación Dominicana haya ganado en las recientes elecciones casi todas las senadurías del país. Las especulaciones de que con la mayoría absoluta en ambas cámaras congresionales Leonel Fernández implantaría una dictadura, lucen estar atrasadas en seis años. Peor aún, esos ingenuos analistas parece que no han llegado a entender lo que está pasando en esta isla compartida. Muchos dominicanos han repetido hasta el cansancio el axioma de que el Partido de la Liberación Dominicana y el Partido Revolucionario Dominicano son una misma cosa; que en nada se diferencian. Puede ganar las elecciones uno u otro y ninguno hará nada en beneficio del pueblo dominicano. Son una y la misma cosa. ¿Le hizo falta al presidente Fernández monopolizar el Congreso para aprobar el mamotreto de Constitución que ahora padecemos? ¡Claro que no! A su disposición siempre han estado los votos de diputados y senadores de la supuesta oposición del Partido Revolucionario, quienes han apoyado reiteradamente cuanto insulto a la democracia ha sido propuesto desde el Poder Ejecutivo. La única diferencia podría radicar en que los supuestos opositores del Partido Revolucionario se cotizaban un poco más caros que los del gubernamental Partido de la Liberación. Pero, en definitiva, unos y otros están siempre en venta a precios de propina. Eso es lo que ha demostrado la práctica reciente. Y los congresistas que tienen el prurito de no venderse abiertamente, callan y se hacen cómplices de ese reiterado acto de corrupción. ¿Cuál podría ser la ventaja de tener mayoría congresional absoluta cuando, sin tenerla, pueden obtener decisiones favorables a sus intereses de parte de la Suprema Corte de Justicia? Para esos casos, el Ministerio Público engaveta expedientes delictivos que incriminan a determinadas personas. ¿O habremos olvidado la decisión de la Suprema justificando el abusivo y despilfarrado préstamo de la empresa Sun Land? Usemos ese ejemplo para no abundar demasiado con la vergonzosa, por demorada, decisión del alto tribunal rechazando la inconstitucionalidad de la Constitución “pret a porter” del presidente Leonel Fernández. Nada va a empeorar con la barrida electoral de los candidatos del converso Partido de la Liberación, corrompido por el incontenible narcisismo. La dictadura seudo democrática (valga la paradoja) ha estado funcionando desde hace seis años. El ciclo “protesta-seminario-cumbre-discurso en el extranjero” ha hecho posible su vigencia. Fue Lampedusa, autor del Gatopardo quien dijo: "Si vuoi que tutto remanesca como e, e necesario cambiarlo”. El estado de negación expresado a través de la sordera gubernamental ha sido permanente, infranqueable y de espaldas a la ley. Marx decía: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y, después, aplicar los remedios equivocados.” Eso retrata la acción de los grupos que ahora encabezan la politiquería nacional. Y por eso algunos se consideran marxistas. Sólo que no acaban de descubrir que esa frase no proviene del alemán Carlos Marx, sino de Groucho Marx, el famoso comediante estadounidense de mediados del siglo pasado. Es el mayor de los Hermanos Marx quien realmente podría representar el contenido de la caricatura de política que prevalece en República Dominicana. Desgraciadamente, en el país no hay, en estos momentos, ningún líder político. Las ideas políticas y los valores morales que debían predominar frente al pueblo han desaparecido. Tanto Leonel Fernández como Hipólito Mejía y Miguel Vargas son ejecutivos corporativos que mantienen agrupados a subalternos en lo que han dado en llamar partidos políticos. Entre ellos predominan sólo intereses empresariales y logran adherencias en base al soborno permanente con fondos que, en su origen, siempre han provenido del erario. Trafican militantes y supuestos dirigentes como si fueran equipos del deporte profesional o contrabandistas de seres humanos. Sólo que los tránsfugas no tienen habilidad alguna que justifique el gasto sino que sirven como máscaras que ocultan la realidad corrupta de la maquinaria politiquera nacional. Así las cosas, nada hay que temer por la barrida electoral del Partido de la Liberación. La dictadura democrática seguirá predominando. El erario continuará sirviendo para lograr aprobaciones de parte de la supuesta oposición. Sólo que ahora la compra de voluntades podría salir más barata por el evidente descalabro y la indigencia política de los dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano.
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