Las denuncias sobre el uso abusivo de recursos del Estado ocultó una situación que también fue padecida, pero en sentido inverso: los aspirantes que debieron llevar adelante su campaña sin tener en qué caerse muertos. Hubo un vendedor de películas pirateadas al que se le metió en la cabeza ser regidor por su pueblo, una comunidad del lejano sur, y todavía no regresa a su puesto de trabajo, necesitando ganarse el pan de cada día, pues les teme a los ingleses, que son dominicanos de su mismo oficio. Desde que aparezca le van a marchar y él, de inteligente, huye esa confrontación. Hubo otro que buscaba una diputación por la capital con tanta solvencia económica que andaba en una Van y dirigía personalmente las diligencias que había que hacer el mismo día de las votaciones. De ése, no hay que decir que estuvo entre los más votados, pues además de emprendedor en el ámbito de los negocios, no sueña ni delira a la hora de aspirar políticamente y duerme en un colchón de papeletas. Si se oye decir que papeleta mató a menudo, hay que creerlo, pues ése fue el caso de este marchante. Otros de su partido se las veían y se las deseaban.
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