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El último día de vida de Don Alvaro Arvelo


[Cuento]

Entre las 6 y 20 o y 25 irrumpió la figura de don Álvaro hacia la antesala de la cabina. Nada extraño hubo en él, salvo que cuando saludó a Cundo Camarena sustituyó sus palabras habituales por una leve pero despiadada sonrisa al más puro estilo de Jack Nicholson haciendo de guasón. Tenía un bulto extra, sabrá Dios qué había dentro. Tomo los periódicos matutinos y a vuelo de pájaro los hojeó todos con una vista de vertiginoso alcance, comprensión escueta y audaz haciendo emerger a la superficie el auténtico significado de todo cuanto en verdad se esconde tras los titulares y crónicas periodísticas. ¿Qué acaso no llevaba él más de 50 años en ese negocio? Cuando Don Álvaro dijo ―Son las siete de la mañana, este es el gobierno de la mañana donde todo comienza donde todo― más de un millón de oídos le escucharon con aplomada atención.

A la hora señalada

Cuando el reloj dió las once Don Álvaro comprendió que había llegado el momento. José la Luz, vio como el semblante de su admirado colega cambió gradualmente en un breve lapso y la bendita sonrisa volviendo a aparecer en su cara al tiempo que el desconcierto se dibujó en el rostro de José, en ese instante desconocía el porqué del escalofrío sentido pero cuando presencio como don Álvaro al abrir el bultico saco el bruñido metal plateado de una pistola calibre 45 sobándola con un inexpectado y rejuvenecido vigor, entonces creyó haberlo entendido. Todos los allí presente sintieron una onda de expansivo y lóbrego horror; el silencio súbito solo interrumpido por esa bendita sonrisa de Álvaro, la superficie del metal tan inmaculada que su cara se veía reflejada y cuando Víctor de reojo miro creyó ver la silueta de una parca en vez de la cara de Álvaro.

Unas últimas palabras

Entonces irrumpió Willy Rodriguez en cabina y al ver a don Álvaro sostener en su mano derecha el arma de fuego le dijo «Don Álvaro….cuidado con eso» pero Alvarito solo atino a devolverle una muestra más de la sonrisa aquella. Entonces dijo: «Son ya 50 años de vuelo en el periodismo nacional, volé tan alto como Ícaro, solo que el sol no derritió la cera de mis alas, inicie mi vuelo con ímpetu y me mantuve gracias al tacto y la perspicacia propias de un sabio de mi categoría, no solo soy la enciclopedia humana, yo soy un sabio al estilo de Solón, ustedes no imaginan la cantidad de personas ilustres que visitaron mi humilde morada y yo para todos ellos solo tuve palabras sabias, sabias como los actos de mi vida, hasta en eso di ejemplos como un último ejemplo voy a poner hoy».

Al estilo Eduardo Chibás

A seguidas el estrépito del disparo. Willy en medio de la conmoción solo atino a decir: «Señores se nos ha ido el espíritu del programa, Cundo llévatelo». Todos los medios de comunicación hablaban sobre el gran adiós de Álvaro, el más polémico comunicador de la historia de nuestro país. Paradójicamente su mera presencia era fuente inagotable de primicias pero su repentina partida fue más gran titular. Las ondas de radio viajaron tristes, con lúgubres oscilaciones: faltaba el vibrato de la voz de Álvaro. En los carros públicos el ambiente era de ansiedad, pues miles de choferes acostumbrados ya a las ocurrencias de aquel senecto intelectual, de pronto y no encontraron con que sustituirlo. «Este pueblo no tiene memoria» solía decir él, ¿por cuánto tiempo recordaremos a aquel que sacó sus sesos al aire en el aire? La vida cotidiana seguía su curso mientras Álvaro Arvelo, ¿su camino hacia la inmortalidad? *Aneudys Santos/Duarte101.com

2 comentarios:

  1. nada que decir magistral narracion johan le felisito por su gran imaginacion

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  2. Hermano publique el verdadero autor de ese articulo Aneudys Santos.

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