Banner3

Banner3
Loading...

¿Cuándo fue que nos volvimos ridículos?


Esta sociedad que se atreve a llamarte “baboso” si haces buen uso del lenguaje, es la misma en la que un carro vale más que un hermano y en la que no tener tatuajes es sinónimo de atraso.

Retumba con violencia el “flow” de Yandel. "Dame con tó" -dice el mambo- mientras la niña de apenas 12 años enrosca sus muslos con los del joven que la corteja en el pornográfico baile. Aunque su cadencia y el provocador tongoneo dan a entender que se trata de una mujer hecha y derecha, una tía, a voz en cuello, desbarata esa impresion al proclamar, toda orgullosa ella: --y eso, que aún no cumple los 13. Pasmado, contemplo aquél sorprendente espectáculo y mientras me acomodo para tomar nota, apenas llego a deslizar la pluma intentando teorizar sobre María Gargajos y sus falsos escrúpulos, cuando otro criollo, Vakeró de nombre, irrumpe aún con más ímpetu, rompiendo por completo mi concentración --ay, sí, ven pa’ romperte la tela --vocifera el músico con grande estridencia. Vencido por los hechos, tiro el lapiz al zafacón y presuroso salgo del lugar. --No miraré hacia atrás --pienso--, mientras camino ya afuera de aquella casa en cuyo interior se celebra, a la clara, una deprimente orgía de la menor, con el consentimiento de varios familiares. Sin embargo, no pude contenerme y pasados par de segundos miro hacia atrás: entonces, el estupor cubre ahora más mi rostro con la nueva escena: la “niña se relame de gusto, mientras el joven con el que antes bailaba, introduce su lengua por el ancho escote de su blusa. Ya no quise ver más y comprendí, muy a mi pesar, que vivimos una era en donde los valores no tienen sentido. Esta misma sociedad que encamina a una niña por las sendas de la precocidad sexual, es la misma en donde un carro vale más que un hermano. Es la que te tacha de estúpido si honras una deuda a tiempo; la que te llama pariguayo si no tomas ventaja del prógimo; la que te considera anticuado si uno usas arete hasta en los diente o un vistoso tatuaje en los brazos; la que te tilda de “baboso” si haces buen uso del lenguaje; la que te llama “atrasao” si no te ciñes a las modas de época; la que te exige grandes cadenas y guillos como garantía de solvencia material. Viendo todo este extravío, y la adherencia al mismo de figuras que otrora fueron paradigmas, la pregunta surge sola: ¿Cuándo fue que todos nos volvimos ridículos?...¿Cuándo fue que dejamos de apreciar la simpleza de la lluvia, la limpidez del cielo y la hermosura que proyecta el simple vuelo de una mariposa?...¿Cuándo fue que nos arropó esta oleada de vergonzosos antivalores?...¿Qué fue lo que pasó realmente? Ya abril no tiene colores ni matices, y las flores no sirven a las enamorados. Hoy una novia prefiere que le regales una cirugía plástica, antes que declamarle poesías de Neruda, Vallejo o Dagoberto López. Hoy en día, regalar un libro es un insulto. Los estantes con obras de García Márquez, Mistral y Saramago han sido suplantados por perfume Channel, y maquillaje L’oreal. En todo ello pienso a menudo y me derrumba la terrible convicción de que, desgraciadamente, la ridiculez y trivialidad ya nos han ganado la batalla.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página en total