Marino Vinicio Castillo (Vincho). Nació en San Francisco de Macorís el
18 de julio de 1931. Abogado prominente y presidente de un partido o
“ventorrillo” político de parasitaria naturaleza compuesto por sus
cuatro hijos y quizás algunos de sus nietos y otros parientes cercanos.
Un partido estructurado con los únicos propósito de lograr que el
P.L.D. llegue al poder y evitar que el P.R.D. gane las elecciones
nacionales que cada cuatro años en nuestro país se llevan a cabo.
Consciente de su histórica impopularidad, de que la mayor parte del
pueblo dominicano “no lo pasa”, y de que sus seguidores no superan el
medio centenar de personas, Castillo siempre ha concebido el ejercicio
presidencial para otro, pero no para él.
Se trata de un ser que parece haber sido engendrado exclusivamente para
incubar y expeler odios, maldad, intrigas y conflictos. Por eso, su
simple tono de voz genera angustia, desasosiego, intranquilidad y
perturbación espiritual. Se trata, a nuestro juicio, de uno de los más
perversos y siniestros dominicanos, desde Trujillo hasta la fecha.
Trujillista de turbia imagen y defensor de los gobiernos represivos que
durante los famosos doce años encabezó Joaquín Balaguer, este hombre
siempre ha estado al lado del mal y presto a defender los peores
intereses. Por eso ha sido señalado durante años, y con sobradas
razones, como “El abogado del diablo”
Su nombre, desafortunadamente, yace grabado en mi cerebro desde 1978.
Durante las elecciones de este año, Vincho ejerció un papel protagónico o
contribuyó de manera significativa para que se materializara el
"Madrugonazo" o "Fallo Histórico", maniobra mediante la cual Joaquín
Balaguer logró despojar fraudulentamente al Partido Revolucionario
Dominicano de seis senadores, lo que le permitió mantener una mayoría en
el Senado.
Recuerdo que el pueblo se unió a una sola voz reclamando que se
respetara la voluntad popular que Balaguer, con el apoyo de Vincho y
otros seres de las tinieblas, pretendían robarle a ese mismo pueblo.
Vincho, en lugar de demandar respeto a la voluntad popular se alió al
Partido Reformista paran vulnerar, irrespetar y pisotear dicha voluntad.
Por eso no me extrañó que desde que el Procurador General de la
República, Francisco Domínguez Brito, anunció recientemente que
solicitaría a la Suprema Corte de Justicia reactivar el expediente de
corrupción en contra del senador Félix Bautista, la reacción adversa
del abogado y Dirección General de Ética e Integridad Gubernamental,
doctor Marino Castillo, no se hizo esperar.
El hombre de la “ética e integridad gubernamental” no está de acuerdo de
que se reabra un expediente acusatorio en contra de un funcionario
señalado por la ciudadanía de cometer actos de corrupción. No está de
acuerdo con que se procese a los funcionarios corruptos y antiéticos, y
mucho menos si esos funcionarios formaron parte de la administración
que encabezó Leonel Fernández. Ese mismo hombre de la “ética e
integridad gubernamental” fue el abogado de un banquero sentenciado y
enviado a la cárcel por incurrir en acciones corruptas y antiéticas:
Ramón Báez Figueroa.
Ese es el Vincho histórico. El ser a quien por sus venenos verbales,
hasta el expresidente, Leonel Fernández, le temía “como al Diablo”,
razón por cual siempre lo mantuvo activo, desempeñando un alto cargo en
su gobierno. Danilo Medina, no sé si también por temor o
agradecimiento, va, igualmente, por el mismo camino: no solo lo confirmó
en el puesto, sino que lo ascendió de nivel.
Ese es el auténtico y genuino Vincho Castillo: para la minoría, quizás
un Dios o héroe nacional. Para la mayoría, un verdadero “Abogado del
Diablo”, y uno de los seres que más daños le han hecho a la República
Dominicana.