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Mural de entrada a Tamboril fue idea de Jorge Rosario, aunque hoy sea el gran olvidado


Como no es político ni reclamado protagonismo en el diseño, su nombre ha sonado poco en medio de la rimbombante fanfarria generada al calor de la apertura del mural que da bienvenida a Tamboril. Unos lo alaban -factura en manos- mientras otros, también movidos por intereses políticos, denuncian sobrevaluación en la ejecución presupuestaria de esta obra, lo que quedará a la historia juzgar. De ahora en más no será sorpresa escuchar denuncias y contra acusaciones de todos los colores y matices: ellas son la clarinada de un proceso electoral nacido a destiempo. Pero de nada de eso sabe Jorge, quien en la quietud de su apacible hogar concibió un diseño de cuya autoría quiero dejar constancia, por aquello de dar vida al derecho de autor y patenta.
NEW BRUNSWICK, NEW JERSEY.- Corría entonces 2010 cuando Jorge Rosario, envuelto en un repetino halo de misterio, me invitó al traspatio de su hogar en New Brunswick, New Jersey. Parecía tener allí el secreto mejor guardado del mundo. Congestionado de emoción, y casi al borde de las lágrimas por la natural nostalgia que en la distancia taladra a los 'exiliados' cuando toca mencionar su tierra natal, desveló un bonito diseño, ya en su maqueta, que había concebido para el Tamboril de sus amores. Se trataba de un mural de entrada al pueblo en el que nacieron sus sueños y emociones primeras. Hoy que ya ese sueño de entonces es una realidad consumada, como un acto de justicia y honor a la verdad aparentemente soslayada, queremos resaltar que el diseño del tabaco, el lema, formato, en fin, todos los artilugios de la obra, fueron creados en la distancia por un tamborileño que no viajó a Estados Unidos solo: se llevó desde Los Fritíos un pedazo de su tierra en el alma. Por qué no se ha oído su nombre en medio de los festejos por la inauguración ? Acaso porque Jorge no es político, y como no procura ningún rédito ni aspira a nada más que aportar al embellecimiento de su pueblo, ha guardado estoico silencio. Sé que para él, en lo más insondable de su ser, con que se haya traducido a realidad la obra que un día armó con el cincel del corazón, es suficiente, él, que en la humildad de su alma no persigue satisfacer cuestiones de ego ni engullir un pedazo de gloria. Pero es de justicia resaltarlo, y hoy lo hago para que, en la posteridad, conste en acta que un tamborileño que amó su tierra, desde un recóndito pueblo llamado New Brunswick, fue autor de ese Bienvenidos a Tamboril, Capital Mundial del Cigarro, que ojalá perdure allí por los siglos de los siglos. Johan Rosario

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