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DELTA le está dando una pela a JET BLUE


Mientras Jet Blue tiene aviones en cuyo interior apenas si pueden 'estirarse' los piés, Delta ofrece verdadero servicio de 'Jet', sus azafatas y personal no tienen la cara hierática, como de palo, y un humeante menú es ofrecido incluso en la clase económica.

Por Johan Rosario

Cansado de rostros ásperos, papás sin sal y servicio destemplado, decidí finalmente mudar de aerolínea. No fue una desición sencilla, admito. Los dominicanos tenemos esa manía secular de continuar consumiendo incluso lo que ya no sirve. Es como una modorra eterna la que dormimos. Una vez metidos en la burbuja, no parecemos encontrar resquicio ni modo de explotarla. Por eso hay marcas malas que gustan más que cuando fueron buenas. Se benefician de un mercado de exiguo discernimiento, que se aferra como un garfio a lo conocido, y rechaza con rabia lo aún por conocer, indistintamente de lo bueno que pueda ser. Por eso hay marcas y fortunas riéndose con la muela de atrás: sembraron nombre en el alma del pueblo en base a calidad primera, para luego quitarla de cuajo...En un mercado como éste la ecuación perfecta parece ser despegar bien para luego torcerlo, pues garantiza lo infalible: fama. Salamis que antes eran pura carne ahora son 90% harina y 10% muladar -que no carne-, detergentes que hacían espuma ya no echan ni burbujas, agencias de cambio cuya tasa del dólar está por debajo hasta de los bancos. PERO HAY QUIENES HACEN FILA PARA CAMBIAR CON ELLOS...PORQUE SI!

Pues bien, volviendo al génesis, decidí sacarle alfombra a Jet Blue. Ya no más nublazón -me dije- como argumento filosófico a mi determinación cerrada. Y vaya trampa de la que escapé. Desde que uno asoma al Stand de servicio al cliente en Delta advierte la marcada diferencia. Personal atento, y en verdadera disposición de ayudar, maletas cuyo sobrepeso no incomoda ni genera 'boches diplomáticos', y una escolta de asistencia corteja a uno casi hasta el avión.

En mi reciente viaje Santiago-Nueva York, y luego Nueva York-Santiago, recibí trato de sultán. Por apenas US$65 adicionales compré ticket de primera o 'bussines class', como ellos prefieren llamarle. Una batería de azafatas con buenos modales y caras limpias, se me abalanzó apenas penetré al avión.

-Un champangne señor? Preguntó en nítido español la atenta y espigada azafata gringa. Obviamente no pude resistir tan tentadora oferta.

A partir de allí todo sólo mudó a mejor. Llovieron los vinos, los cafés, los escocés, el menú a la carta, con 5 platos gourmets bañando mis ojos. En fin, algo que parecía propio de otro ambiente.

Desde luego, en el retorno, tomé la misma opción que en mi espléndida ida y en el aeropuerto JFK de Nueva York, cuando ya no creía que pudiera ser mejor la cosa, en verdad que sí lo fue. La fila de 'Bussines class' es única y exclusiva, por cuanto pude sustraerme de las engorrosas y siempre tediosas filas en que una muchedumbre al borde del desespero amenaza hasta tu existencia. Apenas llegué, fuí chequeado justo a los 2 minutos. Como llevaba maleta extra -siempre se llega a NY vacío y se regresa lleno- tenía lista mi tarjeta de crédito para pagar 40 0 50 dólares adicionales...pero sorpresa! La muy atenta dama del del Stand, luego de piropearme el perfume y los zapatos, me informó que como iba en primera no tenía que pagar un solo dolar más.

Luego pasé al área de chequeo en la salida de seguridad, y también allí disfruté de preferencias y trato personalizado que jamás había siquiera visto. Una fila especial, que luego desembocó a una bonita zona de abordaje, con las más caras y modernas tiendas del mundo instaladas a cada lado. Con descuentos especiales para pasajeros 'Bussines Class' de Delta.

Una vez en el avión, nuevamente un aluvión de atenciones cayeron sobre mí como maná que viene del cielo. Que si caviar, que si vino chileno o de Argentina, que si pato adobado a la francesa, que si T-Bone o Salmón, Whisky etiqueta negra, o Remy Marti, que si quesillo de ahuyama o helado 'brownie'. Sencillamente no lo podía creer. Al mismo precio que, resignado y sin objeción alguna, pagué al menos una veintena de veces, recibí, en suma, más que en todas ellas en una sola ida y vuelta.

Dejo este testimonio como pequeño aporte, a ver si con él despiertan algunos dominicanos y se decantan por lo verdaderamente bueno. Calidad antes que nombre. Servicio y atenciones antes que fama. Jet Blue pudo ser bueno en su nacimiento. Pero eso cambió sustancialmente, tristemente para mal. En lo que a mí respecta, mientras sigan apareciendo opciones tan buenas como Delta, puedo prometer que no volveré a llegar a Estados Unidos ni a regresar de allí con la boca ni lengua azul...azul  por las papitas sin sal, o, lo que es peor todavía: azul del hambre.

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