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Hoy está de cumpleaños el destacado empresario Pedro Goico, uno de los íconos dominicanos de la Gran Manzana

El empresario Pedro Goico junto a su esposa.
Su hambre de crecer ha ido aparejada con una humildad proverbial, que parece ser su llave para abrir puertas que dan a caminos en los que cualquiera sucumbiría. Como un edificio, que sin hundirse antes no podría rozar el cielo, este dominicano de granados principios y marcada vocación de servicios, dueño de un carisma y don de gente muy especial, ha logrado lo que, a su edad, pocos criollos conquistan en Estados Unidos: Triunfar en grande mientras sus años pequeños confirman que no sólo con guante y pelota se suman largos ceros bancarios. Y lo mejor, por sobre todas las demás virtudes que le adornan: esos ceros no le han obnubilado ni despojado de la condición humana. El mismo hombre que ahora puede cerrar una operación de millones verdes, es el mismo cuyos amigos de antes son los que hoy le cortejan y acompañan por esas calles de Dios, las que él transita cual correcaminos imparable; el que come Mcdonalds o Wendy's cuando se pueda, mientras recorre el mundo, y ejecuta jornadas impensables para quien ya acarició el éxito y hasta tiene de qué vivir él y sus nietos, es el mismo que ha adquirido supermercados, discotecas y la titularidad de franquicias bancarias, mientras conserva su humildad. Pedro no se detiene, trabaja tarde porque siente que si no ayuda y resuelve temas que otros bien pueden resolver, se va apagando su razón de ser. 'Cuando sirvo, o brindo una solución -me ha dicho más de una vez sonriente- llega oxígeno a mi vida.' Felicidades a este buen dominicano, cuya historia es más grande justamente porque él la está pintando con conquistas logradas a golpe de esfuerzo, tesón, ayuda al prójimo, bonhomía y serenidad. Es mentira que el dominicano llega a EE.UU. a denigrarse y a vivir el submundo maldito de las drogas y las bajezas mundanales que tanto se pregonan. El, como otros muchos, lo niega rotundamente con el ejemplo notable que va sembrando desde Signapay y desde los diversos negocios que junto a su socio sempiterno, el afable y centrado Juan, van irrigando como prueba de que el exito se puede conseguir con esfuerzo, paso a paso, con amor y seriedad. Inconcebible pensar en Pedro sin Juan, y viceversa. El uno es columna del otro. Lo cierto es que este criollo que emigró a New York junto a su madre, siendo entonces un imberbe, llegó para propósitos mayores. De sol a sol, sin detenerse, Pedro Goico se ha erigido en orgullo de todos los que le han visto crecer, ayudándose, mientras ayuda. A los hombres como él hay que reconocerlos, porque al ser paradigmas, constituyen ese aliciente que el alma enferma de nuestra sociedad tanto necesita. Felicidades, admirado amigo. Está querido. Johan Rosario.

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