Teniendo como fondo musical a la pobreza, el compositor prepara su comedia para el disfrute público de los amantes del arte de la hipocresía. El actor jura y perjura estar dispuesto a sacrificarlo todo en aras de ayudar a “su noble y sufrido pueblo”. La lucha crece en frecuencia e intensidad a medida que se acercan las elecciones; las promesas sobrepasan en toneladas la capacidad de la patana del candidato, quien supera al Todopoderoso en dádivas y garantiza que de ser favorecido con el voto popular acabará en un santiamén con toda la cadena de penurias del pasado, presente y porvenir. El arquetipo de candidato criollo entalla con la descripción del astuto simulador formulada hace más de cien años por José Ingenieros en un ensayo titulado La simulación en la lucha por la vida. En dicho libro expresa el argentino: “La característica del simulador astuto es precisamente educar sus reacciones emotivas de tal manera que jamás se traduzcan en signos fisionómicos exteriores: evitar parecer lo que es. La cara no es el espejo de su alma: el estudio y el hábito obtienen resultados prodigiosos. Cuando alguien le narra una desgracia para pedirle consejo, el simulador astuto, husmeando para más tarde un beneficio, se conmueve, palidece, llora, hace llorar al narrador mismo: éste se admira de que aún exista sobre la tierra un hombre de tan virtuoso corazón y cae fácilmente en las redes que aquel le tiende... El astuto rehúye la lucha abierta y declarada, recurre a medios anómalos y marcha por senderos tortuosos; carece de coraje para luchar a cara descubierta. Es un estratega consumado en la lucha por la vida y ha aprendido a inhibir todos sus impulsos, dirigiéndose por los consejos de la inteligencia. No procede espontáneamente. Su conducta es siempre estudiada”.
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