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El deterioro moral de los dominicanos

Hoy, la familia está sumergida en una profunda crisis social y moral


Por FABIO HERRERA MINIÑO

Para los obispos dominicanos, integrantes de la Conferencia del Episcopado Dominicano, ya la copa de la inseguridad y de la violencia se ha desbordado y reclama a toda la población acciones valientes para enfrentar ese mal que ha superado los esfuerzos e intereses del gobierno para enfrentar ese mal del siglo XXI, típico de todas las sociedades subdesarrolladas.

Los obispos son un grupo de hombres, que investidos de su jerarquía eclesiástica, están al tanto de cómo palpita el corazón del pueblo y cuáles son sus necesidades, sus preocupaciones y sus esperanzas para aguardar su recompensa de la vida eterna, prometida por el Señor Jesucristo en su agitado peregrinaje en agotadores recorridos por las secas tierras de Palestina.

Hoy, la familia dominicana está sumergida en una profunda crisis social y moral con el desmoronamiento de aquellos valores que le dieron vida y brillo a los dominicanos y que en otras sociedades también se han diluido, pero en otras permanecen como su mayor tesoro, como es el caso de las sociedades asiáticas de los países modelos de desarrollo universal, que son la base de progreso y de su ejemplo para el mundo como modelo de civilización, disciplina y progreso.

¿Qué llevó a la sociedad dominicana descomponerse y avanzar hacia su disolución? Son tantos los factores que han coincidido en formar un nuevo ser dominicano, egoísta, inculto, pendenciero, poco familiar y arrollando a los semejantes que se oponen a sus propósitos de lograr los medios para el bienestar sin importar el origen y forma para obtenerlos.

Los tumbos de la sociedad dominicana se iniciaron desde el instante en que la mujer, que antes estaba reservada a los hogares para la crianza y labores domésticas, se comenzó a independizar para buscar los medios y recursos para aportar al hogar y ser parte integral del sostenimiento del mismo, que con el paso de los años demandaba más recursos con el consiguiente descuido en la formación de los hijos, cuyos efectos lo padecemos hoy en día, como es el grito de los obispos.

Se debe trabajar con la masa humana para enmendar el camino torcido que lleva el país en su derrotero hacia su languidecer definitivo, en que también figura el elemento de la presión haitiana de hacerse de su espacio en esta parte de la isla, que luchan por aplastarnos como nación, por aquello de una e indivisible, nos deja enfrentados a una realidad inevitable. Nosotros, como masa social, estamos llenos de fallas culturales y conceptos estereo- tipados de que todo el mundo nos quiere hacer daño, y como decía un político, no sabemos conceptualizar, razón por la cual él tiene tanta vigencia, ya que la práctica social es oír y no escuchar para analizar los pensamientos convertidos en palabras que cada quien está facultado para decir lo que piensa libremente.

Ese deterioro moral tiene su mejor referencia de cómo la institución del matrimonio se tambalea con el aumento desbordado de las separaciones y la moda de la unión libre. Ya el índice de divorcios está por encima del 55% de los matrimonios. Y más ahora que nos venden como algo necesario y respetable las uniones del mismo sexo, y se supone como algo hermoso cuando dos cuerpos del mismo sexo se abrazan y se ayuntan para proceder a cometer los actos antinaturales más perversos de la Creación. Tal es la nueva moral que se propaga en las naciones desarrolladas que ven disminuir peligrosamente su tasa de nacimientos y el espacio vacío pasa a ser ocupados por emigraciones pobres desde África, Asia y América Latina y de hasta algunas regiones pobres de Europa, que poco a poco rebosan y enfrentan esa nueva cultura de ver al homosexualismo como la nueva virtud del siglo XXI.

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