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Ser "chivato": uno de los negocios más lucrativos en Colombia

Pocas profesiones pagan tan bien. Ser sapo (soplón/informante) se ha convertido en un negocio redondo. No sólo perciben una millonada por contar lo que saben sobre alguno de los delincuentes más buscados, sino que les garantizan un futuro en un país desarrollado. Julio César Rivera, un antiguo guerrillero ecuatoriano, vive feliz en Estados Unidos, con toda su familia. Pero que nadie le busque bajo esa identidad, porque los norteamericanos le proporcionaron una nueva, otorgaron residencia a su entorno más cercano y les trasladaron a todos a una ciudad cuyo nombre nadie revela, para que disfrute con los suyos el millón largo de dólares que le pagaron. La recompensa la ganó por proporcionar datos clave a las autoridades colombianas para localizar el campamento que 'Raúl Reyes' tenía en Angostura, Ecuador. El diario 'El Tiempo' revela en su edición dominical ese y otros detalles de la operación 'Fénix', llevada a cabo el 2 de marzo del 2008, y en la que dieron de baja al número dos de las FARC y otros subversivos. Fue la primera vez que las Fuerzas Militares golpeaban al Secretariado de la banda terrorista. El resto del dinero que ofrecían por su cabeza, una cifra igual que la que cobró Rivera, la repartieron entre varios informantes que siguen en el anonimato para preservar sus vidas. Al parecer, los servicios de inteligencia colombianos sostuvieron dos reuniones con la persona que les llevaría hasta el lugar donde 'Reyes' había instalado su base de operaciones. Una vez concretado todo, tanto lo relativo al operativo militar como las garantías para él y los suyos, le trasladaron junto a su familia a una nación centroamericana en espera del resultado de la misión. Cuando los militares colombianos culminaron con éxito el golpe, el grupo del informante viajó a Estados Unidos. El ex guerrillero ecuatoriano no es el único que ha ganado una gran suma de dinero desvelando secretos de sus antiguos compañeros. Wilson Bueno, alias 'Isaza', un guerrillero que se fugó con el ex congresista Oscar Tulio Lizcano, quien llevaba ocho años secuestrado, también fue recompensado con medio millón de dólares y una tarjeta de residencia en Francia con su novia que, al igual que él, llevaba más de una década en la guerrilla. A la capital francesa llegó de la mano de Ingrid Betancurt, que le ayudó a buscar una academia para aprender francés y un centro donde estudia sistemas. No le cambiaron el nombre puesto que dio la cara al país junto al rehén que salvó. Sólo quería que le llevaran lejos para iniciar una nueva existencia tranquila, y que le operaran un ojo cuya visión casi había perdido en un combate.

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