La siempre interesante reflexión de Ramón Colombo en Clave Digital se refiere en esta fecha a la sumisión abyecta y dolorosa de nuestros congresistas a los caprichos y amenazas de un cardenal -opinamos nosotros- soberbio y chantajista. López Rodríguez ha llegado a creerse demasiado, y lo peor es que nuestros legisladores, los elegidos por el pueblo, terminan plegándose a sus pies cual si de un Dios infalible se tratara, que está por encima del bien y del mal. Leamos:
Juan Bosch (la izquierda del sistema) seguramente hubiera rechazado tajantemente el Artículo 30 y las amenazas de la alta jerarquía (“¡Eso es chantaje inaceptable!”, diría). José Francisco Peña Gómez (el delicado centro socialdemócrata) posiblemente hubiera expresado sus reservas sobre la aprobación de este engendro (“Debemos tomar en cuenta lo que opina la mayoría de la gente, según dicen las últimas encuestas”, expresaría). Joaquín Balaguer (paradigma de la derecha) se hubiera hecho el sordo ante la iracundia y las necias presiones de López Rodríguez (“Y denle a entender que ya hablé de eso con el Papa”). Pero no. Ya murieron. Ya no pueden hablar. Y los muertos, muertos están. Pero estos híbridos indefinidos que dicen ser nuestros líderes no tienen vergüenza ni órbita entre las piernas. (Eso pensaba ayer, mientras marchaba con miles de hombre y mujeres desde la UASD hasta el gran estercolero, donde sólo Víctor Terrero, Minú Tavárez, Elías Serulle y tres o cuatro más salvan la honra que queda en esos predios).*Un minuto/Ramón Colombo.
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