
Sócrates, en un pasaje de La República, concluye que la moralidad de los gobernantes de una comunidad refleja la moralidad de la comunidad toda. A partir de esta idea, Nicolai Gogol representó, en El Inspector, la corrupción y la burocracia de la sociedad zarista del siglo diecinueve como manifestaciones propias de su sociedad. Dos siglos de historia convulsa han corroborado sus sátiras; ni la demagogia de Lenin, ni el paternalismo de Stalin, ni el excentricismo de Krushev fueron capaces de eliminar los males que han relegado –y relegan- al pueblo ruso a una pobreza y a un nacionalismo inquietante. Y en lo que atañe a República Dominicana, la corrupción que ha castrado el desarrollo nacional, tiene mucho que ver con los pocos valores de nuestros hombres y mujeres. Juan Ramón López no mintió cuando nos tildó de pueblo inferior y sin seriedad, una casta de vagos. Leonel Fernández no es ladrón por gusto. Lo es porque eso le enseñó la propia sociedad que hoy malamente dirige.
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