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¿Acto criminal?

 
Editorial de El Nacional de la fecha
Si no fuera porque  la revelación ha sido hecha por el ministro de Educación, difícil sería creer que  el grado de degeneración que abate a la sociedad  nacional ha llegado al extremo de que  se sospeche que la intoxicación de  22 estudiantes de Jarabacoa sea consecuencia de una guerra comercial  entre suplidores que incluiría la alteración de raciones del desayuno escolar. El licenciado Melanio Paredes  dijo que la Policía  procura identificar  a los responsables de manipular  los alimentos  que  causaron  serios malestares estomacales a  alumnos  de  la escuela Janey, de ese municipio, caso que definió como raro y posible consecuencia de  competencias entre empresas que pugnan por controlar ese negocio. 

Técnicos de Educación  verificaron  dos lotes de 150 mil raciones de desayuno que se distribuyen en la zona  donde ocurrió el caso de ingesta de alimento contaminado, sin encontrar evidencias de  irregularidad en el proceso industrial o de manipulación de los productos, lo que  apunta a sospechar que  la intoxicación de los estudiantes fue resultado de una urdidumbre criminal. No hay forma de explicar por qué sólo 22 porciones -las que ingirieron los estudiantes  intoxicados- estaban dañadas o alteradas, si el desayuno escolar se sirve ahora en   envases definidos por el ex director  del Programa de Alimentación Escolar de Chile, como de lujo, bajo la supervisión de  expertos microbiólogos y especialistas en intoxicaciones masivas. Las autoridades educativas y los técnicos que manejan o supervisan la cadena de elaboración y distribución de esos alimentos han descartado toda posibilidad de que  se produjera una  contaminación fortuita en  el desayuno ingerido por los 22 estudiantes de Jarabacoa, lo que deja el escenario al Ministerio Público y a la Policía  para  determinar si, como se sospecha, en el caso actuaron manos criminales. Ha sido el ministro Paredes quien ha referido la posibilidad de que ese envenenamiento  fuera consecuencia de una guerra comercial entre suplidores, que de ser así, comprobaría que la sociedad dominicana de verdad marcha mangas por hombros, donde  por el interés mercantil se llega al colmo de  envenenar a  niños escolares. Hace tiempo que gente sin alma juega con la salud y vida de  más de un millón de estudiantes que cada día ingieren el desayuno escolar servido  con los auspicios del Estado, por lo que ha llegado el momento de que  tales intereses espurios y criminales sean identificados, excluidos de ese programa y sus mentores  sometidos a la justicia. La intoxicación de 22 estudiantes de Jarabacoa, un hecho raro al que hace referencia el licenciado Paredes,  no puede  ni debe quedar impune, a menos que se  admita que la degeneración social ha tocado fondo y que no hay más nada que hacer.

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