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EN ESTA ALTA CUESTA DE LA NOCHE. (Último poema de Tomás Hernández Franco)

Por Domingo Caba Ramos


Fechada en Santo Domingo, el día 2 de septiembre de 1952, el entonces prestigioso diario La Nación publicó una extensa esquela acerca de la muerte del ilustre poeta tamborileño, Tomás Hernández Franco (Abril 29, 1904 – Septiembre, 1, 1952), en cuyo primer párrafo se lee lo siguiente:

 «El distinguido escritor y poeta dominicano, don Tomás Hernández Franco, falleció en horas de la mañana de ayer en esta ciudad, en el hospital Salvador Gautier, después de que la ciencia médica agotó todos los recursos para devolverle la salud perdida. El señor Hernández Franco había sido trasladado desde su residencia de Tamboril, en Santiago de los Caballeros, a esta ciudad para ser hospitalizado. El cadáver del escritor y poeta fue trasladado en horas de la mañana a Tamboril donde recibirá cristiana sepultura. La irreparable muestre del distinguido escritor dominicano – continúa la reseña de La Nación - quien fue uno de los más apreciados colaboradores de este diario, enluta las letras nacionales. Su fallecimiento ha llenado de tristeza a cientos de corazones que le querían y estimaban. La Nación hace llegar su más sentida condolencia, en primer lugar a su esposa, doña Amparo Tolentino, a sus hijos Tomás y Luciano, a su hermano espiritual, el célebre pintor dominicano don Jaime Colson, y a todos cuantos se sientan afectados por tan doloroso descenso »

 Tres meses antes de su muerte, en junio de 1952, Hernández Franco compuso EN ESTA ALTA CUESTA DE LA NOCHE, su último poema, especie de autoelegía y en el que su autor parece presagiar la muerte que el 1 de septiembre del antes citado año  lo sorprendería en su lecho de enfermo del Hospital Salvador B. Gautier.

 Publicado póstumamente, “En esta alta cuesta de la noche” es una de esas  piezas poéticas que por su fúnebre acento parecen haber sido compuestas casi al pie del sepulcro.

 EN ESTA ALTA CUESTA DE LA NOCHE

 «En esta alta cuesta de la noche
de montaña a montaña
y de mar a mar
 eres tú, silencio, el único que hablas
 y es tu estentórea voz la que alza el huracán en los gritos del miedo.

 Estoy vencido por ti silencio
pero yo puedo hablarte
desde lo último de mi última cobardía
 más cobarde que yo
 porque hasta la noche está sin ti, sin nadie.

 Hay un perro que ladra, asustado por haberte olfateado
 ¡te presiente!
 una flor invisible que en el aire se mueve
debe estar su perfume tan quieto y tan inútil
 y hay un niño que quisiera ver en sueño a los ángeles
soñando su sonrisa porque ha visto…
¡y tu voz tan opaca hablando de la muerte!

 Lo sé. Es de ella de quien quieres hablar, silencio
 y subiendo la cuesta insomne de la noche
 frente a tu tribuna sin lenguas y sin gestos
 ante ti yo, desnudo, ante lo que no dices
 aplaudo, yo, único solo, tu inmortal argumento.

 “Es que la tumba espera
 y esperan los gusanos”

 Antes de yo nacer, silencio, mi voz, como la tuya
 anda suelta, sin eco, por noches como esta
era una voz sin huesos, sin sangre, sin cerebro
 y temblaba en el viento como una cosa loca.

 De quello de ser loca, a través de mil muertes
es el miedo de ahora el miedo de ella misma
 frente a ti, silencio, sin respuesta en la noche
 y hay que subir la cuesta del insomnio
sin luz, silencio, hacia tu tumba y tus gusanos»

 TOMAS HERNÁNDEZ FRANCO.
 Tamboril, junio de 1952

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