Por Colombo
Dicen que hace mucho tiempo el Este era una inmensa alfombra verde, con entreveros de húmedas sombras dulces. Dicen que años ha cuando llovía en la sierra los ríos se hacían mares de generosidad sin límites para levantar sonrisas. Dicen que hace mucho la paloma coronita tamizaba de gris la luz con alas de vuelo millonario. Dicen que tiempo atrás la iguana del Sur correteaba sin miedo, casi a los pies de los trashumantes. Dicen que hace algún tiempo los cocodrilos disputaban cada metro de sol en las playas salobres del lago Enriquillo y la isla Cabritos era un inmenso continente. Dicen que hace ya mucho tiempo esta tierra tenía una larga y transparente cabellera de brisas cardinales. Dicen que tiempo atrás las olas dejaban en los acantilados una carga elemental de algas y celentéreos. Dicen que los viandantes saludaban al vecino con su nombre en la sonrisa. Ahora no digamos inflación, ni asunto monetario, ni absurdo partidario, ni monótona rutina eleccionaria, ni esperanzas fallidas, ni fabulosos de justicia, ni delicados llamados editoriales a la cordura republicana. Digamos simplemente que este país se le vende por libra al precio que mejor le acomode a la Barrick Gold.
Dicen que hace mucho tiempo el Este era una inmensa alfombra verde, con entreveros de húmedas sombras dulces. Dicen que años ha cuando llovía en la sierra los ríos se hacían mares de generosidad sin límites para levantar sonrisas. Dicen que hace mucho la paloma coronita tamizaba de gris la luz con alas de vuelo millonario. Dicen que tiempo atrás la iguana del Sur correteaba sin miedo, casi a los pies de los trashumantes. Dicen que hace algún tiempo los cocodrilos disputaban cada metro de sol en las playas salobres del lago Enriquillo y la isla Cabritos era un inmenso continente. Dicen que hace ya mucho tiempo esta tierra tenía una larga y transparente cabellera de brisas cardinales. Dicen que tiempo atrás las olas dejaban en los acantilados una carga elemental de algas y celentéreos. Dicen que los viandantes saludaban al vecino con su nombre en la sonrisa. Ahora no digamos inflación, ni asunto monetario, ni absurdo partidario, ni monótona rutina eleccionaria, ni esperanzas fallidas, ni fabulosos de justicia, ni delicados llamados editoriales a la cordura republicana. Digamos simplemente que este país se le vende por libra al precio que mejor le acomode a la Barrick Gold.
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