Santiago, que alguna vez fue considerada una de las ciudades más limpias de América Latina, hoy está envuelta en un desorden que va más allá de la basura y el tráfico caótico. La situación es tal que pareciera que el desorden es nuestra forma de vida, un reflejo de cómo pensamos y actuamos: desarticuladamente, sin planificación alguna y sin pensar en las consecuencias. El tránsito, por ejemplo, es una muestra de que los entornos urbanos del país están por completo desorganizados. Producto de este desorden, transitar por Santiago es toda una caja de sorpresas: gente en vía contraria bloqueando importantes intersecciones, peatones que cruzan sin ver, guaguas que doblan encima de otros carros, y así por el estilo. Tan acostumbrados estamos a esto, que los agentes de AMET ni se molestan en dar una carrera a estos infractores, y nadie dice nada. *duarte101.com
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