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Cuando pobreza y honestidad van de la mano


Mientras recorría el Parque Duarte, en pleno Centro Histórico de Santiago de los Caballeros (pueden ver la reseña del lugar aquí), me encontré con un peculiar limpiabotas. Se trata de un vetusto caballero, canoso por todos lados, en cuyo rostro abatido y cansado se advierte que ha llevado una vida difícil. Su cara es un verdadero mapa de penas, como diría el inmenso Cabral. Pero lo más interesante de todo, lo más notable, es que así como este limpiabotas hay miles de casos diseminados por todo el país, de héroes anónimos, de hombres que prefieren durar toda una vida hundidos en la más espantosa miseria, mirando hacia el piso en la cotidiana búsqueda de una esperanza que nunca llega, para llegar a una vejez cruel e implacable, pero llena de nobleza y bondad. Para enseñarles a los suyos que lo mal hecho se castiga. Por eso, paradójicamente, mueren con la frente en alto, pese a haber vivido con la mirada fija en el piso, siempre clavada hacia la tierra, como ocurre con este limpiabotas. En eso el Cibao dominicano creo que no tiene competencia. Cuántos hombres nobles y de trabajo!

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