Por Domingo Caba Ramos
En nuestro país hubo una época en que los principios reinaban, existían o tenían vigencia. Era la época en que se le rendía culto a la verdad, al deber y a los valores éticos y morales. La época en que al dominicano se le escuchaba decir con orgullo inocultable: « Yo no transijo con mis principios», « Por principios no acepto o hago eso», etc. Pero desde que los antivalores penetraron a su cuerpo vigoroso, los principios comenzaron a perder peso, vale decir, se enfermaron, enflaquecieron y un mal día murieron. Sólo uno logró salvársele a la muerte: el famoso principio maquiavélico que establece aquello de que “el fin justifica los medios”.A partir de ese momento, los valores verdaderos fueron desplazados, los antivalores asumieron el poder, y el respeto a los preceptos éticos empezó a considerarse como una conducta típica de seres ingenuos, tradicionales o atrasados. Emerge con toda su fuerza la “cultura del vivo” y comienza a llamársele “paraguayo”, “tonto”, o “pendejo” a toda persona caracterizada por su honesto comportamiento. Cumplir o no lo prometido, poco parece importar. Sentimientos como la culpa y la vergüenza se van borrando progresivamente del mural de nuestras conciencias y nuevas frases entran a formar parte del repertorio lingüístico de los dominicanos: "El serio no goza”, “Eso lo lograré caiga quien caiga”, “Por estar privando en serio se lo está llevando el diablo….”. Y en boca de los que así opinan, no resultará extraño escucharles decir, para poner de manifiesto su despreocupación ante los compromisos o deudas contraídos: “A quien yo le debo es que tiene que preocuparse”, “Punta de lápiz no mata a nadie…”. Todo lo dicho hasta aquí, vale para reiterar el contenido del título del presente artículo : en República Dominicana, los principios existieron una vez, pero ya hace muchos, muchos años que murieron. *El autor es Profesor.
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