Luis Eduardo Lora Iglesias, periodista, es menos conocido que su otredad Huchi Lora. Fue su propio caricaturista cuando escribía “Tintero” en La Noticia. Es autor de letras de merengues famosos, promotor folklórico, productor de radio y TV y amante del campo, razón por la cual se retira cada semana por lo menos dos días a su casa en las cercanías de El Badén, en Villa Altagracia. Es indoblegable en su compromiso con el dato, con la investigación. Toda su familia, por cierto de Santiago, parece cortada por la tijera de doña Tatica, Altagracia Iglesias de Lora, maestra de escuela de las buenas y de las valientes. Sus hermanos y hermanas, periodistas y abogados, han dejado una descendencia que sigue los pasos de Huchi y de Piky: comunicadora y guerrillera. En medio de la compra y venta de conciencias, asqueante sin dudas, la imagen de Huchi Lora se consolida conforme avanza el tiempo. La posteridad le está reservando espacio entre sus páginas, por serio y rectilíneo.
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