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El parque de Tamboril, ayer y hoy


Por Domingo Caba Ramos

El parque de Tamboril honra el nombre de doña Trina de Moya, autora de las letras del “Himno a las madres” y esposa del ex presidente Horacio Vásquez. Dicho parque cubrió toda una época de ensueños, romanticismo, armonía y sana convivencia municipal. Una época en la que la familia tamborileña se concentraba allí, tarde y noche, especialmente los fines de semana, para airearse con la fresca brisa que se desprendía de la copa de los árboles, o deleitarse con los acordes ejecutados por la banda de música, brillantemente dirigida por el maestro Usaíno Germosén, en las entonces famosas y hoy desafortunadamente desaparecidas retretas dominicales. Una época en la que parejas de jóvenes enamorados, con sus manos entrelazadas, se sentaban en los bancos del parque a intercambiar las más sugerentes, amorosas y románticas de las miradas, o procedían a darle a este vueltas y vueltas que en ocasiones parecían interminables. Hoy, el parque de Tamboril ya no es el mismo. Su esencia recreativo – familiar hace tiempo se perdió. La globalización y la posmodernidad arrasaron con ella. Aunque todavía se le sigue llamando parque, ya el mismo es otra cosa, y, en tal virtud, bien podría llamársele : “Tierra de nadie”, “Zona Roja”, “Zona de peligro”, “Área restringida”, etc. Y en virtud de eso, ya no es lógico y sensato seguir identificándolo como "el parque de Tamboril", sino como el parque del grupito de desaprensivos que dentro y alrededor del mismo hacen y deshacen. Se trata, el de Tamboril, de un parque concebido y por mucho tiempo utilizado para el sano esparcimiento ; pero en donde hoy se oye de todo, se ve de todo, se hace de todo , se consume de todo y se acepta todo, especialmente después de la media noche. Un lugar a quien los padres y madres temen visitar y llevar sus niños, por cuanto ya le perdieron la confianza o no lo creen seguro. Un lugar donde un grupito de jóvenes y no tan jóvenes , posiblemente desprovistos de materia gris en sus cerebros, apuesta a quién despierta primero a los enfermos que en cama yacen internos en la clínica ubicada frente a frente al parque. O quién logra demostrar que cuenta en su vehículo con el radio de volumen más fuerte, capaz de impedirle a la aldea conciliar el sueño o quedarse dormida " bajo un cielo de plata", como en épocas pasadas ocurría, al decir de su ilustre poeta Hernández Franco. Un lugar que no ha podido ser sometido al orden por la Policía Nacional, institución compuesta todavía por criminales, matones y asesinos, que, en lugar de resolver la anarquía reinante dentro y fuera del parque de Tamboril, lo único que ha hecho es arrancarles las vidas a los mejores hombres de este dinámico y trabajador municipio, como es el caso de la muerte reciente y bestial, ejecutada por miembros del equipo swat de dicho organismo, en contra del empresario y digno ciudadano tamborileño, Vinicio Espaillat Germosén. Pienso que todavía las autoridades de Tamboril cuentan con tiempos suficientes para rescatar la imagen pública del parque Trina de Moya. Pues de lo contrario, podría ser demasiado tarde. Y es entonces cuando necesariamente tendrán que hacer lo mismo que en el barrio La Joya, en Santiago: amurallar su histórico espacio recreativo, el Parque Valerio, para controlar la entrada a este y evitar las inconductas llevadas a cabo por antisociales , chulos, rameras y drogadictos.

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