Cuando la noche terminó, los camareros se apresuraron a organizar las mesas, acomodar las sillas y recoger las botellas vacías para dejar la discoteca limpia y preparada para la siguiente noche. Mientras todo esto ocurría en el interior del local, afuera, bajo los incipientes rayos del sol matutino, agotadas por la larga jornada y vestidas aún con sus escotados trajes de noche, dos chicas light conversaban sobre la recién terminada noche de locura y desenfreno:
— ¿Cómo te fue a ti?
— Hay manita, estoy casi muerta del cansancio. Primero el camarero me dio un jalón de moños que casi me arranca la cabeza, luego me puse a “chuliar” con ese moreno y casi me mata. Anduvo toda la noche conmigo agarrada por el cocote. Parece que el tipo tenía poco dinero porque a cada rato me bajaba el vestido para ver si yo tenía penties. Luego me metió en el baño y me dejo botada por allá sentada en el inodoro.
— No me digas ¿y qué pasó luego?
— No quiero ni acordarme, eso no fue nada. Cuando estaba en el baño me agarró uno de esos jevitos y me metió una pastilla de una vaina rara. Me puse loca y de ahí pa’lante fue que el jevito me estrujó. Entonces se me metió un calor y una vaina que no supe más de mí hasta el día de hoy. ¿Y a ti como te fue?
— Bueno manita lo mió fue fuerte; con decirte que de lo último que yo me acuerdo fue cuando el camarero me puso la ropa que llevo puesta.
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