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Las bellezas asesinas del narco


 En el narco, como en el amor, todo vale. Incluso preparar a una bella adolescente como asesina sin escrúpulos. Si los terroristas chechenos tienen a sus 'viudas negras', el cártel de Juárez ha querido jugar una carta parecida –sin el componente suicida de por medio- y disfrazar la muerte de inocencia. Puño de hierro en guante de seda. En su guerra contra el cártel de Sinaloa por el dominio de Ciudad Juárez, el equipo local ha tenido la idea de formar un cuerpo de mujeres jóvenes y atractivas que ejerzan de asesinas. "Son bonitas, son adolescentes de buen ver, para engañar más a los contrarios", reveló a la Policía Federal Rogelio Amaya, que hasta el momento de su detención estaba presuntamente al servicio de La Línea, el brazo armado de los de Juárez. Su edad se sitúa entre los 18 y los 30 años, "pero la mayoría son jóvenes". La idea es pillar desprevenidos a los rivales, en un campo de batalla que ejemplifica como ningún otro la crudeza de la guerra entre cárteles que castiga México desde hace años. Ciudad Juárez cuenta con el dudoso honor de ser la urbe más violenta del país –más de 1.700 muertos en lo que va de 2010- y en la que el narcotráfico ha experimentado ya con tácticas como el coche bomba. Su proximidad con Estados Unidos la convierte en un codiciado tesoro fronterizo que ambiciona para sí el cártel de Sinaloa. Los sicarios de uno y otro bando no saben si seguirán vivos a la caída del sol, y su batalla desgaja cada día un poco más la piel de una ciudad que ya es casi un esqueleto.

Aprenden por la vía práctica

El "comando armado" lleva en funcionamiento dos meses y está compuesto por entre veinte y treinta mujeres de armas tomar. A diferencia de Mata-Hari, prefieren las balas de alto calibre a la sutileza, aunque su labor incluye cierta seducción. Mientras el rival admira las curvas de la "mamacita" –se echa un buen "taco de ojo", como se dice popularmente- ésta saca su arma y aprieta el gatillo. Fin de la historia, más rápido que en un tiroteo de película de acción de Hong Kong. Un rival menos. Vuelta al coche y a otra parte. La policía tardará en llegar. "Se van capacitando ahí mismo, mirando, acompañando a otros sicarios", explicó el capturado Amaya, que tiene 27 años. El experimento saltó enseguida de lo teórico a lo práctico: "ya han realizado varios trabajos", narra. Y no por ser un negocio mayoritariamente masculino -en un México donde la igualdad de género se abre paso arduamente- tienen nada que envidiarle a sus compañeros.

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