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El país de las Yipetas

Hoy, el "status" te lo dan muy pocos elementos en RD: un buen celular, una pistola al cinto y una Yipeta son indispensables para entrar al exclusivo circulo de los que estan "alante, alante", como Omega, el fuerte. En un país con calles llenas de hoyos, con enormes badenes y miles de policías acostados —mal acostados—, la yipeta ha devenido en el real vehículo dominicano. En épocas preteritas, los que reinaban eran los largos y pesados carros americanos. Sinceramente, no sé cómo se las arreglaban con los parqueos, en dar la vuelta y el problemón cuando había que empujar muy fuerte. Las yipetas están con nosotros desde hace mucho tiempo, solo que antes eran más pequeñas y rusticas. La primera marca que se popularizó en nuestro país fue el Jeep, un pequeño todoterreno que escalaba cualquier montaña y combatía cualquier barranco.

Un jeep más fashion

Los Jeeps se utilizaban para los campos y lugares remotos pues en la gran ciudad de aquel tiempo había que ser más estirado y tranquilo. Un carro era perfecto y mientras más grande mejor. Después de los Jeeps vinieron los vehículos familiares, como las vans, las stations y las guagüitas, pero todavía estas variaciones no se habían aplatanado a nuestros charcos, los profundos baches, los hoyos de alcantarilla y demás amigos. Por eso los vehículos con propiedades de Jeep iban a encontrar en este rinconcito del Caribe el lugar ideal para desafiar todos los retos que nuestras calles ofrecían. ¡Eureka! A alguien se le ocurrió la gran idea de combinar el jeep con algo más fashion y nació La Yipeta. Esta es una evolución del Jeep, que mantiene muchas de sus propiedades, solo que es más grande, cómoda y lujosa.

La yipeta desplazó al camión

La era de las yipetas en nuestro país inicio en 1996, cuando los nuevos funcionarios enchancletados, querían salir a echar vainas a nuestras calles y demostrar que eran eruditos políticos. La yipeta entonces encontró en nuestros nuevos gobernantes y nuevos ricos el transporte proselitista y personal por excelencia. Antes, lideres se encaramaban en patanas y camionetas para banderear y regar sus funditas; la yipetas, en cambio, marcaron una revolucion de época, trayendo sun roof facilitaron al candidato salir por el hoyo en su techo y saludar a todos los engañables. Muchas viejas se quedaron sin abrazos y muchos niños sin el beso presidencial, pero qué le vamos a hacer, eran los nuevos tiempos, la yipeta había desplazado a los camiones.

Todo lo que busca un dominicano

Este noble vehículo todoterreno se convirtió entonces en moda, todos querían una y muchos que la tuvieron hicieron líos, préstamos y hasta cambios de vehículos para estar encaramado en una de ellas. Y es que en esencia, la yipeta tiene todo lo que el dominicano busca: lujo para echar vainas, altura para ver a todos chiquitos, gran tamaño para los niños y mucho espacio para hacer algunas travesuras adentro. Y lo más importante: dos porta vasos. Las yipetas antes eran vistas con mucho más importancia que ahora, pues en la actualidad hay tantas como carros. La competencia ahora está, en cuál es más lujosa y cómoda. Fácilmente, en una yipeta tienes nevera para tus bebidas, sillones masajeadores, más portavasos, GPS, televisión con DVD y un primo tiene una con una estufa integrada para cuando pelea con su mujer.

La carroza del turpén

Hoy en día las yipetas también son muy usadas para rifas sin fines lucro, para visitas familiares al campo y hasta vi una Montero taxiar en la 27, aunque es innegable que siguen siendo un símbolo de poder, dinero y estatus entre los políticos, artistas y peloteros. Da gusto ver una yipeta racing haciendo ceritos y también muchas con un musicón más potente que cualquier disco ligth. La yipeta es ya parte consustancial del ser dominicano, aunque muchos no la tengamos, montarse en una de ellas es casi estar en un avión (para los que no han viajado). Todos deseamos tener una, aunque sea del 94. La yipeta es la carroza del turpén, la montura del dominican york, aguajero, la discoteca del bulloso, el vehículo intimidante por excelencia y el tanque de guerra para nuestra selva de cemento y asfalto.

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