Perdonar una traición es, si se mira con los ojos del amor, una de las concesiones más fáciles de hacer. Si se quiere mucho al traidor y se cree que vale la pena invertir en la relación, el perdón vendrá como consecuencia lógica. A las dos partes, sin embargo, la recomposición de la pareja les exigirá energía y paciencia. Igual, no basta la reconciliación: hay que saber que fue lo que hizo que uno de los cónyugues se involucrara o se dejara llevar por otra persona, incluso estando comprometido con su pareja fija. Los motivos pueden ser muchos, si bien ninguno de ellos justifica la traición. En general, la traición corona un ciclo de desgaste; quienes están en la pareja no reaccionan ante los síntoms y están adaptados a la rutina y a la convivencia diaria. No perciben que, en el fondo, el sentimiento por el otro está debilitado hace ya algún tiempo por falta de nuevas emociones que alimenten el romance. La vida sexual ya no es como antes; las presiones del día a día hacen que la pareja no tenga tiempo para dedicarse el uno al otro, y la distancia entre ambos se agiganta. A esa altura, se olvidan las delicias de la vida en pareja hasta hace un tiempo atrás, cuando conquistarse mutuamente era el desafío más excitante del momento. De repente aparece alguien nuevo, que te elogia la ropa, que se da cuenta de que te cortaste el cabello, que valora pequeños gustos tuyos, que quiere conversar y la charla fluye de una forma agradable, que se interesa en tu vida y no repara en tus manías o defectos. ¿Difícil de resistir, no? Ahí es que entra nuestra conciencia con el superego diciéndonos "NO lo hagas, ¡estas casado!", o "¡una mujer casada no puede coquetear con otro! Pero otra voz interior puede susurrar algo como "¡Dale! Nadie tiene por qué enterarse". En suma, atracciones por fuera de nuestra pareja estable siempre podemos tener, pero la decisión de dejarnos llevar por ellas, o no, es sólo nuestra. Ahí, una vez que caímos en la tentación o nuestra pareja lo hizo, y el desliz dejó de ser secreto, sólo nos queda la posibilidad de enfrentar el nuevo dilema: perdonar o no perdonar. Depende del caso. Hay situaciones de parejas que se aproximaron más tras un episodio de traición. Eso es posible cuando, una vez que la traición se descubre, ambos se proponen hablar a fondo sobre todos los problemas que perjudican la relación a través de una terapia de pareja. Y se proponen cambiar, recomenzando el casamiento, si bien esa refundación requiere mucho esfuerzo y quien fue víctima de la traición difícilmente la olvida. Uno de los mayores problemas de las parejas es la falta de diálogo, la acumulación de situaciones desagradables que no se expresan por miedo a la reacción del otro; el miedo a herir termina en un silencio que a la larga perjudica a la pareja. Cuando no se ventila lo que está mal, se acumulan insatisfacciones y frustraciones, lo que puede impulsar a alguno de los integrantes de la pareja a acercarse a alguien cuya presencia sea más estimulante. Entender los motivos que llevaron a nuestra pareja a traicionarnos, provocará una autoevaluación del rol de cada uno en la relación; y llevará a ambos a la única conclusión posible: al amor, para que no muera, hay que alimentarlo siempre. Como ya se sabe, mantener un casamiento feliz sin pasar por situaciones de crisis es simplemente imposible. Lo importante es superarlas y sacar el mayor provecho de las crisis para nuestro crecimiento.
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