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El buen escritor y la autocrítica

POR JOHAN ROSARIO

El escritor que no se autocritica, que aprueba todo lo que escribe y no logra tomar distancia de sus obras antes de publicarlas, está condenado a fracasar. 

Difícilmente se llegue a parir un buen texto si no se lo somete al escrutinio minucioso de críticos. Ernesto Sábato, por citar a un autor cuya pluma le agenció fama mundial, tenía la resolución cerrada de no publicar la que luego sería considerada la mejor novela no solo de su producción sino de Argentina y acaso una de las tres más notables de Latinoamérica. 

Una vez concebida la obra Sobre héroes y tumbas, Sábato puso a su esposa al hilo de una tenebrosa desición: -La voy a quemar. Esto es una porquería mayor de pies a cabeza. Tanto impactó a la mujer el despropósito de su marido, que enfermó y tuvo que ser recluída durante varias semanas en un centro hospitalario de Buenos Aires. 

Al darse cuenta de que la enfermedad de su compañera de una vida entera era cosa seria, el celebrado autor se retractó 'por misericordia' y decidió entonces publicar la susodicha novela.
Advirtió a la mujer, eso sí, que se tomaría unos meses para revisar el material y consultar con amigos del ámbito literario. Finalmente, con el lanzamiento de la obra de Héroes y tumbas en 1961, pudo superar El Túnel, que fue su primera novela, refrendada ante la crítica internacional por escritores del tamaño de los franceses Albert Camus y Jean Paul Sartre.


De héroes y tumbas pasaría a ser pieza clave del parnaso literario americano, y, por consenso de la crítica, la mejor novela argentina de la historia.

Semejante actitud crítica tuvo en sus inicios Gabriel García Márquez, cuyas primeras novelas fueron publicadas más por la insistencia de piedra de amigos que por su propia convicción. Según el peruano Mario Vargas Llosa, reciente ganador del Nobel, de no haber sido por algunos allegados con vuelo literario, el Gabo hoy estuviera en el anonimato. Fueron sus amigos los que apuntalaron la publicación de La mala hora. En realidad la pretensión primera del escritor colombiano era intitular esa novela: 'En este pueblo de mierda', y todos sus íntimos, a coro, amenazaron con retirarle sus afectos si mantenía tan temeraria intención. 


Lo propio le ocurrió con Cien años de soledad, considerada por muchos -y me incluyo- como la mejor novela latinoamericana de la historia, y, por ello mismo, la obra cumbre de García Márquez, con la cual alcanzó el estrellato. 

-Muchas veces lancé al cesto esa novela. En una oportunidad, al salir al mercado El siglo de las luces, del cubano Alejo Carpentier, tenía reunidas unas 200 y tantas páginas de Cien años de soledad, y al encontrarme con aquella obra monumental, sentí que era el peor escritor del mundo, el más mediocre, y entonces cogí todo el material y lo eché a la basura -confiesa el Gabo. 

Al inmenso Jorge Luis Borges, otro ícono de la literatura de todos los tiempos, le llegó la consagración en iguales términos. Su descreímiento y el escepticismo que siempre tuvo frente a sus textos lo llevó a unos niveles de perfección envidiables. Este ha sido, quizás, el más importante escritor de Latinoamericana en toda la historia, respetado en todos los confines. Los más importantes autores del mundo citan a Borges como la mayor autoridad literaria del siglo pasado. 

De él, el portugués José Saramago, dijo: -Borges fue tan bueno porque él nunca creyó que lo era. Eso lo inducía a perseguir más y más y, naturalmente, de esa actitud es que el hombre logra la perfección literaria, que es mucho decir. No sé, aún no entiendo, como a mí me dieron el Nobel y se lo negaron a Borges.

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