DIONISIO LOPEZ CABRAL (1956 – 2006), “El poeta del
pueblo”, falleció en su ciudad natal, Santiago de los Caballeros, un
día como hoy, el 18 de noviembre del 2006. Una semana antes de su
muerte, luego de visitarlo en su lecho de enfermo, publiqué, en los
periódicos El Nacional y La Información, el artículo que a continuación
me complace compartir con todos mis amables lectores:
ASI NO, POETA (En reconocimiento y respeto al “Poeta del pueblo”, Dionisio López Cabral)
Por: Domingo Caba Ramos
“Con el viento que no ha llegado mi verso limpia distancias” (Manuel del Cabral)
«En la noche de este primer lunes de noviembre, vi al poeta postrado en
su lecho de enfermo, paralizados sus movimientos y apagado, por
inviolables imperativos médicos, el eco persistente de su voz
huracanada.
En la noche de este primer lunes de noviembre, lo
vi tendido en una de las camas distribuidas en la siempre indeseada
quinta planta del principal recinto hospitalario de la Región del Cibao,
con su triste mirada perdida en la distancia.
En la noche de
este primer lunes de noviembre, observé su cuerpo exhausto o desprovisto
de esa fuerza vital que siempre hemos percibido en la voz y en los
corporales movimientos del famoso bardo santiaguero.
En la
noche de este primer lunes de noviembre, supe que algunos de sus amigos,
entre ellos, poetas y escritores , en un decoroso gesto de fraternal y
poco común solidaridad que los enaltece, en ocasiones han tenido que
bañarlo y ayudarlo a levantar del lecho nada grato en el que desde hace
veinte días yace acostado.
En la noche de este primer lunes de
noviembre, impulsado talvez por su convencido “aguiluchismo”, y
consciente, posiblemente, de mi irrenunciable “escogidismo”, tan pronto
me vio, suavemente bajó el volumen del radito que yacía encima de su
pecho adolorido, para informarme con firmeza, pero sin su efusión
característica: « Las Águilas están ganando y El Escogido perdiendo… »
En fin, en la noche de este primer lunes de noviembre percibí el dolor
plasmado en su rostro demacrado, y al contemplarlo en tan enfermizo
estado, me pareció escuchar el eco persistente de una voz interior que
me invitaba a decir con pesaroso e imperativo acento:
No poeta, así no, así no quiero verte.
Quiero verte recorrer las calles de tu pueblo en una noche
cualquiera, preñando de versos, símbolos y metáforas el vientre de la
Gran Ciudad. No poeta, así no. Así no quiero verte. Quiero verte iluminando el horizonte con el “ayer de tu canto” No poeta, así no. Así no quiero verte.
Quiero verte una vez más multiplicando tu voz a través de tus líricos
gritos, calificados por tu amigo entrañable, Tomás Morel, como
“puñaladas que agujerean las noches misteriosas de lo insondable”
No poeta, así no, así no quiero verte.
Quiero verte de nuevo en tu habitat, construyendo tus siempre
originales, repentinos y breves versos. Tan breves, que parecen
“escritos casi sin palabras”. Versos de tan rápida lectura, que bien
podríamos compararlos con esos relámpagos que iluminan, con su efímero
fulgor, el horizonte sombrío: llegan y tan veloz desaparecen, que su
existencia difícil resultaría admitirla, de no ser por la estela de luz
que dejan tras sus pasos.
No poeta, así no, así no me gusta verte.
Mas que en la cama de una quinta y aborrecible planta hospitalaria ,
prefiero verte pletórico de vitalidad, desplazándote, como siempre lo
has hecho, de un escenario cultural a otro, discutiendo sobre arte y
literatura, declamando, pariendo poemas, gestando cultura y violentando
rígidos protocolos , para tronar con tu verbo explosivo, ya sea para
defender tu punto de vista sobre un tema específico, o para declamar o
dar a conocer el último parto de tu fértil imaginación creadora o
algunos de los tantos versos que de manera repentina afloran a la fuente
inagotable de tu manantial poético. Porque tú, poeta, con mucha
propiedad bien podría decir lo mismo que sobre sí pregonó el famosísimo
gaucho cantor, Martín Fierro:
“Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar, y cantando he de llegar, al pie del eterno padre, dende el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.
Que no se trabe mi lengua, ni me falte la palabra, el cantar mi lengua labra, y, poniéndome a cantar, cantando me han de encontrar aunque la tierra se abra”»