En defensa de El Torito

Predomina en el liderazgo político actual la convicción de que el pueblo es ignorante y se vende por una cajita o salamis abiertos a la mitad, un pote de brugal, pollos vivos tirados 'desde las alturas' por un camión corriendo, cuando no por una tarjeta que da acceso a unos cientos de pesos que sólo sirven para ensanchar la pobreza y la ignorancia. En lo último que se quiere pensar es en educación, pues el lucrativo negocio de controlar borregos se iría de bruces. Por ello hay que sumar voces sensatas que enfrenten esto desde todos los escenarios posibles...no callar las que ya existen.

Por Johan Rosario

Héctor Acosta -El Torito para todos- sorprendió a quienes veían la transmisión de Premios Lo Nuestro, el jueves último, al encaramarse al escenario del reconocido certamen internacional portando una banderola de luminoso fondo amarillo, en la que simplemente rezaba: 4%. De ese modo el popular merenguero, a juicio de muchos y no sin razón el mejor intérprete criollo de los últimos tiempos, hacía causa común con la más justa campaña enarbolada por una amplia franja de dominicanos, románticos talvez, pero que aún creen posible rescatar al país de la tenebrosa pesadilla en que lo han metido los partidos que dominan el escenario nacional desde hace más de 50 años. Por eso El Torito se creció en todos los sentidos, pues demostró que el ser humano está a la altura del artista de impecable entonación, y además que tiene coraje y valor para no siempre tener surcados sus labios por una sonrisa de acordeón, vacía de contenido e hipócrita. Para cualquier cantante es mejor huir de temas espinosos, que despierten polarización, en el entendido de que su fama puede verse comprometida y, por vía de consecuencias, sus negocios e ingresos económicos también.

El Torito se la jugó, dudas no caben. Se abrazó a la sensatez y hambre de justicia prevaleciente en ese su pueblo que le ama e idolatra. Jamás se puede pensar que Torito pierde al refrendar una agenda social tan alta -ni se le puede acusar de político, porque lo del 4% trasciende totalmente esa esfera, ya veremos por qué-, y menos aún cuando, con un simple escrutinio se confirma que de nada han valido estos cincuenta años de cacareado crecimiento económico en los que no se han podido superar problemas como el de los apagones, cuando el promedio nacional de educación anda todavía por el sexto grado de primaria, cuando mantenemos altas tasas de analfabetismo y desempleo, cuando el 56 por ciento del empleo es informal y el 85 por ciento de los asalariados formales perciben salarios por debajo del costo promedio de la canasta familiar, cuando miles de estudiantes reciben docencia sentados en blocks bajo una mata de mango, y cuando un General Policial se atreve a dar tumbes de drogas sin que nada pase. Tanta pobreza y atraso sólo puede tener explicación en la rapacidad con que la clase política ha conducido el país, viviendo de espaldas a los reclamos sociales, auto erigiéndose monumentos de piedra y cemento en vez de sembrar la simiente del desarrollo humano. Fue todo eso lo que simbolizó la banderola de El Torito ante el mundo, un reclamo justo, real, palmario. Correcto. Y no solo alcanza al presente gobierno el silencioso pero contundente cartel del 4%. Durante los gobiernos perredeístas,  por ejemplo, -a cuyo partido asocian al artista- lo del 4% fue por igual una quimera. Hipólito Mejía, ese cadáver que solo en dominicana podía romper la tumba y echarse a volar de nuevo, fue el presidente perredeísta que más destinó a ese rubro, y no pasó de un 2.5% del PIB. Por eso  el mentado Papá que llegó y todos los otros demagogos del PRD están tan desautorizados como Leonel. Los reformistas, de su lado, lo están aún más, por haber sido precursores de ese truculento estilo, bajo la égida de su perverso fundador y guía. Aquí lo que se trata es de un problema sistémico, general, histórico. No comprendo por qué mi dilecto Sugar -a quien apenas he saludado par de veces, por cuanto amigo no puedo llamarle, pero reconozco su dinamismo y eficiente labor cibernética y hasta bien me cae- confronta al Torito acremente y lo presenta como errado en tan valiente y oportuna actitud. Le puso un extraño sombrero al gobierno de Fernández, que si bien se ha caracterizado por la burla y el desprecio al pueblo, y por tener en el propio Presidente a un descarado más, no ha hecho nada distinto a sus colegas del PRD y del reformismo. Todos están metidos en el mismo saco y merecen por igual lucir el sombrero que Sugar, quizás sin advertirlo, le puso exclusivamente al peledeísmo. Así las cosas, El Torito deploró con labios cerrados un sistema. Abogó sigilosamente por algo perentorio, urgente, apremiante, mayor y eso vale más que la politiquería consustancial a esta atmósfera asfixiante que se respira a nivel electoral. Hizo lo que cientos de estrellas de Hollywood, Bollywood, Grammy, Oscar, World Music Award, Globo, etc, hacen cuando tienen una oportunidad así, única, de ser vistos por millones de personas.  Hacen correr antifaces y desmontan mitos y mentiras. O al menos eso intentan. Ya antes se había visto a Juanes y Shakira propugnar por temas que solo atañen a su Colombia, y lo propio al boricua René -el de Calle 13- quien se enfundó en una camiseta que tildaba a Uribe, el entonces presidente colombiano, como un mafioso. Paramilitar decía, y eso, que fungía como presentador oficial de MTV. En suma, Héctor Acosta se empinó ante la historia. Eso hizo. Vale más el pueblo mil veces que ese malvado 'establishment' que se ha bebido hasta la esperanza nacional. Parece que el equivocado aquí es Sugar y su dinámico Soy Latino. Hay que sumarle par de pulgadas más a la ya altísima dimensión del Torito.