Corrían los años del rock desmesurado, de Jimmy Hendrix y los Hippies. A ese convulso Nueva York de los 70's llegó Ramón siendo apenas un niño de limitadísima visión. La droga comenzaba a campear por sus fueros. Sin embargo, los sobrados talentos de este hombre fueron imponiéndose en cada etapa de su vida. Los férreos valores morales que trajo desde su patria chiquita le permitieron enfrentarse con éxito a las dificultades de una atmósfera cada vez más putrefacta e invadida, hasta la médula, por los peores vicios de la humanidad.
Por Johan Rosario
Los recuerdos transportan a Ramón López hasta sus años de niñez en el hoy colapsado Carlos Díaz. Como un sutil remanso de agua que corre cristalino, se interna en ese ayer ya gastado y, con una precisión de asombro, evoca las vivencias que hoy pueblan su memoria. Nacer en un medio agrario y remoto, dominado por la pobreza extrema y 'alejado de la mano de Dios', no representaba ventaja alguna para el protagonista de nuestra historia, cuya llegada al mundo ocurrió un pródigo noviembre de 1960. Carlos Díaz era entonces una pequeña aldea compuesta por varias casuchas de fachada deprimente. Ramón las invoca con gran dejo de nostalgia. "Eran en verdad casas muy pobres, exageradamente diría yo; pero, por encima de eso, prevalecía la integración y hermandad y fortaleza espiritual que aún ahora existe en los campos dominicanos; la nobleza y don de gente eran (y son) el norte. Las reminiscencias siempre están ahí y constituyen un hermoso referente en mi ser. Yo soy eso que fuí", asegura sin titubear quien hoy, tras el paso de los años, se ha convertido en Concejal de West Haverstraw, en Nueva York, y el tamborileño de mayor prominencia en materia política en todo Estados Unidos.
Los primeros 12 años de Ramón López transcurrieron en ese entorno agreste, ausente de todo avance material. Cursó los estudios básicos en la Escuela Primaria Carlos Díaz, de la que ni ruinas quedan ya como tampoco del que fue su universo primero. Al compás de la formación escolar, desde bien pequeño se enroló junto a su padre y hermanos en los menudos quehaceres agrícolas y domésticos impuestos por la cotidianidad. "Al influjo de ese ambiente adquirí la costumbre del trabajo tesonero, del desafío constante que implica vivir; cada minuto respirado se convierte en una responsabilidad moral de no quebrantar las buenas normas de convivencia y eso lo aprendí en el molde del niño que corrió y creció en ese Carlos Díaz desaparecido", dice orgulloso este hombre que engalana la primera entrega de LA CARA DEL TRIUNFO, una sección que aparecerá periódicamente en La hora latina. Forzado por las estrecheces económicas, su padre, Marino López, emigró a Estados Unidos en 1965. Justo ese año el coloso del Norte acometía la segunda intervención militar en República Dominicana, ante el vacío de poder dejado por la súbita caída del régimen Boschista en el 1961, año a partir del cual se sucedieron varios gobiernos enclenques. La crisis económica y de gobernabilidad prometía recrudecerse dejando escasas opciones de progreso a padres de familia que como Marino López pretendían depararle a sus hijos el futuro promisorio que su patria insistentemente le negaba. El señor López rápidamente creó las condiciones para traer su familia a Estados Unidos. Con apenas 14 años, Ramón, a quien sus amigos de infancia también conocen como Hungría, llegó a este país junto a su madre doña Servia Veras y demás hermanos (ocho en total) en el 1974. Corrían los años del rock desmesurado, de Jimmy Hendrix y los Hippies. A ese Nueva York llegó Ramón siendo apenas un niño de limitadísima visión. La droga comenzaba a campear por sus fueros. Sin embargo, los sobrados talentos de este hombre fueron imponiéndose en cada etapa de su vida. Sus férreos valores morales le permitieron enfrentarse a las dificultades de una atmósfera cada vez más putrefacta e invadida por las drogas, que causaban total estragos en aquellos tiempos. Tan pronto pisa tierra norteamericana, enfocó sus energías hacia los estudios. Culminó la secundaria y de inmediató se matriculó en la universidad Westchester Comunitty College, en donde al cabo de seis años obtuvo el título de Licenciado en Administración de Empresas. Ha desempeñado múltiples funciones públicas y privadas que han consolidado su prontuario de hombre trabajador y actualmente es propietario de López-Cintrón Agency, en Haverstraw. El impacto de crecer al calor de dos sociedades tan diferentes como República Dominicana y Estados Unidos no produjo cambios sustanciales en la personalidad de Ramón López. De él puede decirse, sin temor a equívoco, que es un dominicano "de pura cepa". Claro, está tocado por aspectos de la cultura anglosajona, como es obvio. Está casado con la profesora Carmen Henríquez, oriunda de Canca la Piedra, Tamboril, con la que lleva varios años de feliz unión matrimonial y ha procreado dos hijas. Por ser claro ejemplo de que se puede crecer en el orden material y espiritual a una vez, sin incurrir en actividades ilícitas y de que "El Sueño Americano" es todavía posible, y por ser una figura de primerísimo relieve en Haverstraw y en el Condado de Rockland, Revista Latina rinde honor a este digno hijo de Carlos Díaz, Tamboril, el que vino a Estados Unidos a engrandecer el nombre de su laar nativo y de todo el país en general. Ramón López encarna, sin dudas, LA CARA DEL TRIUNFO.
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