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Editorial de El Nacional


Masacre

La masacre que perpetra el régimen de Muamar el Gadafi contra la población civil de Libia, con bombardeos y ametrallamiento que han causado más de 300 muertos, ha sido calificada por Naciones Unidas (ONU) como crimen de lesa humanidad.

Aviones de combate y helicópteros disparan indiscriminadamente contra ciudadanos indefensos, en tanto grupos de mercenarios armados han salido a las calles con la misión de dar muerte a opositores.

Libia vive hoy una pesadilla, marcada por la bestialidad de un dictador que ha ordenado al Ejército masacrar a un pueblo que reclama su renuncia y el advenimiento de la democracia.

En medio de ese drama, la prensa mundial revela enormes y jugosos negocios económicos y financieros de Gadafi con gobernantes y líderes políticos de Estados Unidos y Europa, quienes al reconciliarse con el dictador, nunca más hablaron de democracia para esa nación africana.

Se menciona que los negocios de Gadafi en Italia superan los 40 mil millones de euros, que incluyen el de co-dueño del principal banco italiano, además de fungir de socio personal del presidente Silvio Berlusconi en varias empresas, incluido un canal de televisión.

Años después que el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, ordenó disparar misiles contra el Palacio Presidencial de Trípoli, en fallido intento por eliminar a Gadafi, el premier italiano se congratuló porque el dictador libio le enseñó a bailar el rito erótico “Bunga-Bunga”.

A ese pegajoso ritmo africano y a que el suministro de gas libio es vital para Italia, se atribuye el silencio de Roma ante la masacre contra la población de Libia.

Una auténtica revolución islámica parece volcarse sobre el Poniente de Africa y Oriente Próximo donde los pueblos reclaman el fin de las tiranías, del maridaje de poderosos intereses de Occidente con los que comparten el saqueo de las inmensas riquezas que generan esas sufridas naciones.

El cruel y tambaleante régimen de Gadafi constituye el mejor referente de una tiranía sin ejemplo en Oriente que se mantuvo por más de 40 años sostenida por la monumental hipocresía de sus socios de Occidente.

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