En estos días se han incrementado de una forma indecente los decibeles del debate sobre si el presidente Fernández anda o no en busca de la reelección presidencial y si la novísima constitución lo prohíbe o lo permite. Viendo desapasionadamente el asunto, parecería que en la reelección o no del presidente Fernández estaría cifrada la esperanza de que el país salga definitivamente del laberinto donde precisamente lo han metido los promotores del largo y estéril debate hoy activo. Tanto peledeistas, perredeistas y reformistas, y varios asteroides partidarios, han sido los responsables de que el fantasma de la reelección aparezca muy a menudo para aterrorizar a aquellos que no detentan el poder político y que aspiran a alcanzar el mismo, con el único y avieso fin de enriquecerse a costa del erario. Ninguno de los mal llamados partidos políticos existentes en la República Dominicana se ha fijado como meta educar al pueblo en materia de civismo y mucho menos cuando han llegado al poder han hecho nada trascendental para sacar a las grandes masas de la mentalidad paternalista que éstas tienen del estado.
En un país como el nuestro donde no existen los partidos políticos, sino mas bien facciones de facinerosos, donde no hay diferencias de fondo entre los que hacen el papel de gobierno y los que lo hacen de oposición, se escucha el grito al cielo cuando la facción que está arriba decide tratar de perpetuarse en el poder. Nuestra democracia se reduce al quítate tú para ponerme yo, pues se confunde la idea de alternabilidad democrática con la del relevo de mafias políticas. Por eso digo que me tiene sin cuidado la reelección. Si como quiera la misma gente es la que ocupa el poder político, la ciudadanía debe abocarse a temas que ningún partido quiere tratar a profundidad y que dilucidarlos traería más beneficios para todos el país.
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