Los europeos han visto su "salud psicológica y bienestar mental" deteriorarse conforme ha ido creciendo su nivel de prosperidad económica, según un estudio que se publicará el próximo mes en el British Journal of Industrial Relations. El informe subraya la necesidad de planes gubernamentales que midan el "bienestar general" de los ciudadanos como el que proyecta el Gobierno británico. Downing Street pedirá a finales de mes a la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) que introduzca nuevas preguntas en su habitual sondeo de los hogares británicos para conocer el grado de felicidad de sus ocupantes. Esta iniciativa pionera, considerada también por otros países como Francia y Canadá, empezaría a arrojar sus primeros resultados en la próxima primavera y tendría una periodicidad trimestral.
Poco después de convertirse en líder del Partido Conservador, el hoy primer ministro británico, David Cameron, manifestó que conocer la felicidad de la gente es "uno de los asuntos políticos centrales de nuestro tiempo". La iniciativa británica goza del apoyo de Andrew Oswald, profesor de ciencias del comportamiento de la Universidad de Warwick y miembro de la comisión francesa que investiga la relación entre felicidad y prosperidad. Según Oswald, citado hoy por el diario The Guardian, es urgente convencerse de que el crecimiento económico "no tiene sentido si la gente se siente cada vez más infeliz y sometida a presión". Mientras el crecimiento económico del Reino Unido fue de un 40 por ciento entre 1993 y 2007, señala el estudio, aumentaron los "síntomas neuróticos y los trastornos psiquiátricos comunes", y en otros países europeos se observa la misma tendencia. En Reino Unido, Holanda y Bélgica, países que guardan datos fiables sobre la evolución de la salud mental en sus poblaciones, todos los indicadores muestran que los ciudadanos sufren mayores problemas psicológicos. En el Reino Unido en concreto, uno de cada siete adultos sufría el año pasado algún tipo de transtorno mental. "Necesitábamos crecimiento económico en 1900, y las naciones africanas lo necesitan hoy. Pero lo que no necesitamos ya son televisiones más grandes o coches que pueden superar los 300 kilómetros por hora", señala el profesor Oswald. Otros expertos conservadores, como Jill Kirby, del Centre for Policy Studies, opinan que no compete a los gobiernos decidir lo que es o no la felicidad, sino que la gente debería decidirlo por sí sola.
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