Quienes más gozaron con la visita del presidente Leonel Fernández al convaleciente Hipólito Mejía fueron los nietos del ex mandatario, que se encontraban presentes al momento de la llegada, y que de tanto entusiasmo, demandaron sacarse fotos con el jefe del Estado. El abuelo, también lleno de contento, los alentaba: “ Retrátense, retrátense, para que lo quemen ”, y en la sala todo fue alegría contagiosa. Estuvieron más que de paños y manteles, pues en un momento, sin que nadie lo ordenara, fueron dejados solos. A partir de ese instante, se supone, cambió el protocolo. De visita de enfermo se pasó a un encuentro de Estado. Ni siquiera de políticos, insisto, de Estado. Los asuntos que conversaron, no importa si lo revelan o se saben por terceros, tuvieron que ser los cruciales para la gobernabilidad. Hubo esa primera parte de chercha, de relajo, de distensión, con los oídos abiertos de los presentes, pero en el aparte cambió el carácter y asumieron con seriedad lo que debiera ser agenda permanente: los problemas fundamentales de la Nación (así, Nación con mayúscula)...
La Política.
Las particularidades de la política dominicana impide que la nación haga uso de uno de sus activos, los ex presidentes, que nunca abandonan el escenario y se mantienen beligerantes, cuando pudieran ser útiles como entes de moderación. El propio Hipólito Mejía actualmente lucha por la nominación de su partido, y en esos afanes se ve obligado a criticar o censurar al gobierno, a hacer oposición. El presidente Fernández, aunque lo disimule mal, anda en el mismo ánimo. Todavía se recuerda, por reciente, el choteo de “llegó jajá” con que quiso descalificar el eslogan de los seguidores de Mejía. Sin embargo, fuera bueno que ninguno de los dos tuviera trincheras abiertas y hubiera espacio para el intercambio y el entendimiento. El presidente Fernández tiene hoy apuros que en su momento tuvo Mejía, por lo que –se supone– este último está en condiciones de comprender –mejor que cualquier otro político– las dificultades del gobierno, que también son del país. Los problemas de salud llegaron solos, pero las oportunidades las pintan calvas y había que aprovecharlas…
El Tiempo
Ese aparte de diez minutos (¿quién fue el ocioso que los contó ?) se presta a todas las conjeturas. Incluso, cabe la posibilidad de que “…el diablo los junta”, pues ambos están jugando una pelota muy caliente, y el “Dios los cría…” no resultaba suficiente. De manera que por esas cosas de la vida, Leonel Fernández, el presidente, e Hipólito Mejía, el candidato, necesitaban verse. Obra de los santos o de los demonios, la verdad que el internamiento de Mejìa cayó como anillo al dedo. El protocolo de Estado, que no solo la educación doméstica, obligaba al mandatario a interesarse por la salud del ex presidente, y a hacerlo de manera directa. Ahí el encuentro, y todo lo que pueda derivarse, pues esos diez minutos son un misterio para quienes quieran hacerse los mensos. Nunca diez minutos fueron tan importantes, ni dos políticos en faena sacaron tantos beneficios de un tiempo tan corto. Si no hubiera sido por los médicos, Mejía se hubiera dado alta esa misma noche. Con decir que las Águilas, su equipo, masacaron al Licey… Alimón En el PRD están considerando que lo cortés no quita lo valiente, sin darse cuenta de que en el encuentro hubo algo más que cortesía, o que ninguno dejó de ser valiente. Incluso, es posible que ahora lo sean más. La convalecencia induce a nobleza, y al parecer en el partido blanco se vive una tregua que nadie pidió ni impuso. Sin embargo, debieran dar una segunda lectura para apreciar mejor las potencialidades de ese aparte de diez minutos. Algo pasó por la mente de amigos y visitantes que advirtieron que huésped y anfitrión querían verse a solas. ¿Que el tiempo fue corto? Nunca lo es cuando las cosas son tácitas o están sobreentendidas. Lo del pasado miércoles fue solo un capítulo de un libro que escriben a dos manos el presidente Fernández y el candidato Mejía.Una suerte de alimón…
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