Por Arturo Taveras/Código 32
TAMBORIL.-Los perros realengos del alcalde de este municipio están ladrando y lo hacen para proteger la basura con que los alimenta su amo, quien se los ´´achuba´´ a los periodistas y personalidades que lo critican o a quienes no se han dejado tratar de la misma forma como intima a sus caninos hambrientos.
Son viralatas enviados a ladrar por un amo que para ser ejecutivo municipal compró conciencia en busca de impunidad, pero no pudo embaucar a los verdaderos cerebros, a los que quisiera sepultar con las voces de sus perros.
Sus pérfidos ladran desde el cabildo, en reuniones y donde quiera que encuentran la oportunidad para soltar sus a alharacas envenenadas, pero sus ladridos tienen tan poco valor que no atemorizan ni a un niño recien nacido.
Gruñen sin fuerzas y sin moral, porque buscan proteger a un amo que se cobija, junto a ellos en una casa construida con techo de cristal y que cualquier piedra lanzada por el vecino fácilmente le parte la cabeza.
Con sus aullidos los viralatas del alcalde se delatan y dicen al mundo quien es su dueño y el por qué los alimenta con basura, huesos y migajas que les deja caer para que se embullen o sean cómplices de un mamotreto administrativo.
Con sus alharacas el alcalde quiere quitarse el traje oscuro y manchado por su pasado para que sus perros se lo pongan a personas a las que no les encaja porque no son de su talla.
Esos perros realengos se pasan de listos y no saben ser precavidos, faltándole asi el respeto a viralata de tener la habilidad de mirar a ambos lados antes de hablar. Caminan en tierras movedizas, a veces cruzan los rieles sin ver llegar el tren y están cruzando por encima del peligro que les asecha.
Son perros realengos que visten trajes morados y que en la búsqueda de oportunidades tienen la destreza de abrir funda con su hocico sin romperla, y de voltear cualquier canasto de basura sin importar el tamaño, porque hay que buscarse la comida
Como todo realengo, son perros cobardes porque desde que alguien se agacha a recoger algo o abre la boca para decir algunas palabras corren más que Félix Sánchez, pero esos realengos no saben que el amo los conoce y sabe el poco valor que ellos tienen.
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