“¡Virgen de La Altagracia!” es una interjección asaz común entre los dominicanos, para manifestar asombro, alegría, estupor, esperanza...La Altagracia, que no es la patrona de la República Dominicana, sino que tiene sólo el título de “Protectora Espiritual del Pueblo Dominicano”, goza de mayor simpatía que “la verdadera patrona” que es la Virgen de Las Mercedes.
Nueva York. Tatica la de Higüey” es el apodo que la inmensa mayoría de los dominicanos le ha puesto a María Virgen, en su advocación de Nuestra Señora de la Altagracia.
La Altagracia, que no es la patrona de la República Dominicana, sino que tiene sólo el título de “Protectora Espiritual del Pueblo Dominicano”, goza de mayor simpatía que “la verdadera patrona” que es la Virgen de Las Mercedes.
“¡Virgen de La Altagracia!” es una interjección asaz común entre los dominicanos, para manifestar asombro, alegría, estupor, esperanza...
La Altagracia no tiene historia de apariciones físicas de la Virgen, sino de un cuadro, que apareció encima de un naranjo, en el poblado de Higüey, al este de Dominicana.
No tiene historia como la de Las Mercedes, que cuenta la leyenda se apareció en el Santo Cerro de la Provincia dominicana de La Vega, cuando soldados españoles sostenían una batalla con indígenas quisqueyanos.
Ni como la de Guadalupe, la Patrona de México y Emperatriz de Las Américas, de quien cuenta la tradición que se le apareció al aborigen Diego, quien ahora goza de las bienaventuranzas celestiales, por bula papal.
Entre las particularísimas cualidades de La Altagracia se observa, principalmente, que no “apareció sola”, sino acompañada: María Virgen, hija de Joaquín y Ana, José el carpintero, intermediario del Espíritu Santo, y Jesús Niño: una trilogía.
Si se busca el origen sólido de una devoción como esa, tan acendrada en la población dominicana, es difícil encontrarlo con toda claridad, pero es un sentir diseminado en todos los estratos sociales del país.
El dictador Rafael L. Trujillo, en su ahora destartalada Casa Caoba, de la Hacienda Fundación, había hecho colocar en las paredes de todas las habitaciones, imágenes pequeñas de La Altagracia.
Y es que gentes de todos los niveles sociales sienten a La Altagracia como el ente de inspiración y ayuda en las calamidades, y a quien también agradecen los éxitos y triunfos.
La inmensa mayoría de los altagracianos no acude a los templos católicos con frecuencia; pero cuando se acerca la festividad de enero, se aviva la devoción, y hay cultos a la Virgen no sólo en los templos, sino también en las casas particulares.
El extinto monseñor Octavio Antonio Beras Rojas, el primer Cardenal que tuvo Dominicana, en una de las entrevistas que le hiciéramos, dijo que en más de una ocasión vio que “no sólo católicos veneraban a La Altagracia, sino también protestantes.”
Y recordó que en sus tiempos de sacerdote de pueblo, ejercía su ministerio también visitando campos, en muchas ocasiones a lomo de mulo, por lo inaccesible de los lugares, y que en muchos de ellos, se tropezó con el “fenómeno” de familias que “se habían cambiado” al protestantismo, pero que en su casa, seguían venerando el cuadro de la Virgen.
La ciudad Higüey, donde dice la tradición que apareció el cuadro de La Altagracia, va adquiriendo cada vez mayor auge, gracias a la devoción altagraciana, pues allí acuden devotos de todos los rincones del país a venerar la imagen de la Virgen, a cumplir promesas, y a pasar su mano por el vidrio que cubre el cuadro, y también besarlo.
Los dominicanos que viven en Nueva York, trajeron también su devoción altagraciana, que cada vez se hace sentir más.
En la devoción a la Virgen de La Altagracia, convergen personas de las más disímiles creencias, tanto religiosas como políticas. De ahí que se considere ese culto como un punto de unidad, entre los dominicanos.
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